Hogar de un demonio (Privado)

El chico a penas tuvo tiempo para pensar en lo que estaba ocurriendo, y para cuando quiso darse cuenta el demonio ya se había ido de la cocina. Se giró hacia el criado, mirándole con las cejas levantadas en señal de sorpresa.

-Dime... John...-dijo rascándose la cabeza y frunciendo el ceño por el repentino aunque leve dolor de cabeza que se le había levantado de pronto-. ¿Hay algún tema de conversación que se pueda tener con ese hombre sin que termine enfadándose?-le preguntó. Sin embargo no esperó a una respuesta. Como si le hubiese llegado la lucidez de forma momentánea, salió de la cocina para tratar de recordar hacia donde llevaban los pasillos de aquella casa. No tardó demasiado en encontrar a Kratos, enterrado en el sillón. Se acercó a él de nuevo como una remora que nunca se va y trató de verle.

-¿Ya vuelves a estar de mal humor? ¡Eres intratable!-exclamó caminando al rededor del sillón hasta pararse en frente de Kratos, apoyando las manos en la cintura-. Sigo sin tener derecho a reprocharte nada dentro de tu casa, y supongo que mis quejas son indfundadas sin motivo, pero comprende también que... estoy bebido y... eso...-comentó llevándose una mano a la sien, rascando con suavidad la piel y frunciendo el ceño-. Pero de todos modos no eres perfecto, por mucho que te empeñes en dejarlo claro, y lo se porque si fueras perfecto ya me habría aburrido de ti, y lo que quiero... lo que quiero es que seamos amigos...-le dijo dejando caer los hombros, resoplando con agotamiento.

John iba a proceder a contarle a Bal algunos trucos para tratar a su amo sin que se molestara tanto, la experiencia le había dado la sabiduría necesaria pero antes de que pudiera abrir la boca el muchacho ya se había marchado. Suspiró y siguió con sus tareas.

Por su parte el demonio seguía en el sillón, que era de los más cómodos de la casa, y contemplaba los cuadros, a él mismo con otro cuerpo, a Adèle y los amigos que tenía en aquel entonces, en aquella época en la que quiso cambiar y dejar de ser menos demonio. Cuando Bal llegó, Kratos volvió a la realidad sobresaltado. Escuchó todo sin inmutarse hasta que al final habló, con la voz en calma.

-Soy perfecto, física y matemáticamente perfecto. Eso no puedes ponerlo en duda ni negarlo, nadie puede..trabajé muy, muy duro para ello. Si te refieres a mi forma de ser..de acuerdo, claro que no es perfecta..ni quiero que lo sea. Tú me pones de mal humor al darme la espalda de esa forma -se encogió de hombros- pero por fortuna pasado el rato se me ha ovidado, seamos amigos pues -estiró el brazo y le ofreció su mano aterciopelada y nívea para que la estrechara.

-Física o mentalmente, quizás lo que pasas por alto, Kratos, es que tu idea de perfección no es la misma que tengo yo-le dijo únicamente, mirándole a los ojos, con una expresión mucho más fresca y serena, manteniéndose en silencio un momento mirando la mano del demonio para finalmente tomarla y estrecharla con seguridad.

Y después se acercó hacia él sin soltarle la mano y se abrazó a su cuello, rodeándolo con ambos brazos y sonreír a penas.

-Necesito un amigo-dijo con suavidad notando el calor de su cuello y sus hombros embriagándole. Por muy demonio que fuera no podía negar que le resultaba agradable.

Como comprendía más bien poco la actitud que Bal demostraba a veces se limitó a no hacer nada en especial cuando se abrazó a su cuello.

-Seremos amigos...pero no cuestiones que soy matemáticamente perfecto según Leonardo DaVinci ¿De acuerdo? jamás, aunque tengas tu propia opinión si no quieres que nos enzarcemos en una pelea de ideas, cosa que no me importa pero que nunca llega a nada-ese tema solía llevarle a discusiones y debates interminables con amigos o con personas que simplemente no tenían ni idea pero para él era muy importante porque había invertido muchísimo esfuerzo en tener ese aspecto- déjalo así, déjalo así y seremos amigos -pidió y rodeó la cintura del muchacho con sus brazos poderosos.

-Está bien, pesado-le dijo frunciendo el ceño levemente.

Cuando notó sus poderosos brazos de gladiador se encogió levemente sobre sí mismo y sonrió. Era una calidez agradable que no le asfixiaba, y se volvía a sentir protegido ignorando la naturaleza de la que procedía. Quizás saber que él mismo era una especie de monstruo todavía desconocido le permitía tomarse esas libertades.

-No te volveré a discutir tu perfección, porque sé que en mayor o menor medida, con los fallos que puedas tener, eres perfecto-sentenció en tono monocorde con la boca oculta en su cuello y su ropa, entrecerrando levemente los ojos.

Kratos, satisfecho por aquella resolución tan satisfactoria, asintió levemente con la cabeza. Le gustaba tener la última palabra aunque esa vanidad no siempre era con mala intención, en aquel momento ninguna perversidad se hallaba escondida tras ese, para él, triunfo.

-Gracias -dijo sonriendo- Y bien...¿Todavía quieres irte a dormir? -preguntó en tono juguetón y con la media sonrisa aún en los labios.

El muchacho farfulló algunas palabras incomprensibles mientras restregaba la cara contra el cuello del mayor, separándose de él entonces y pasándose una mano por la cara.

-Me parece que no tengo la lucidez suficiente para hacer nada más que no sea dejarme caer en una cama...-comentó en chico masticando el aire. Le miró un momento-. Aunque... la verdad es que no me gustaría irme tan pronto, porque tu... no tienes sueño ¿verdad? Quizás se me pase...

Kratos negó con la cabeza, como buen demonio que era podía pasar días sin dormir, incluso semanas aunque aquello siempre mermaba demasiado sus niveles de energía y procuraba hacerlo lo menos posible.

-Puedo estar tiempo sin dormir, así que no..no tengo sueño..-de nuevo esbozó una media sonrisa- Entonces..¿Qué quieres hacer? elige tú porque no deseo después que se me acuse de artes perverssar por incitar a alguien con poca..lucidez..

-¿En serio?-preguntó de pronto el muchacho desvelándose por completo y mirándole con una amplia sonrisa-. A mi me pasa lo mismo, puedo estar días sin dormir... y noches enteras... y haber estado una semana quizás sin haber dormido más de dos horas o ninguna... claro que bien pensado creo que me va tocando...-comentó llevándose una mano a la boca pensativo.

Se levantó entonces del regazo del demonio y se giró para verle, encogiendo los hombros.

-A mi no se me ocurre nada, la verdad... Pero tu casa es muy grande e interesante... ¿no hay ningún escondrijo o algo que merezca la pena ver? Podrías enseñármelo...-comentó sonriendo de nuevo.

-Deberías averiguar más sobre tu otro...estado...-sugirió con un movimiento suave de su mano- por si acaso, es sólo un consejo.

El demonio se recostó un poco más en el sillón mientras pensaba qué podría enseñarle de su casa. Por supuesto que tenía escondrijos, pasadizos umbríos bajo la tierra que conducían directamente al centro de la ciudad y que desembocaban en enclaves importantes y últiles para él. Tenía catumbas iluminadas tan sólo por la luz de las velas, incluso había un pequeño lago subterráneo que ya estaba allí cuando mandó construir la mansión y que descubrió mientras trabajaba en los pasadizos. Bajaba a veces porque era un lugar silencioso y le gustaba escuchar el rumor del agua. Pero dudaba de que todo aquello pudiera interesarle a Bal y las otras estancias cerradas a cal y canto no podía enseñárselas o saldría corriendo. Al fin decidió ennumerarle una lista de las cosas.

-Bueno, haremos esto..voy a decirte varios lugares y tú eliges. Puedo enseñarte: pasadizos subterráneos, catacumbas, un lago bajo la tierra, una sala de juegos, los jardines, la psicina, la sala de baños y masajes, bibliotecas, estancias con obras de arte, instrumentos musicales distintos...-tomó aire y lo expulsó lentamente- la casa es grande pero no tiene mucho misterio y los que tiene, me temo que no puedo revelártelos o te asustarás de mí..-sonrió y rió levemente- ¿Qué decides?

El chico abrió la boca pero la cerró de nuevo sin decir nada, pensativo. Desde luego todo lo que había dicho y lo que había insinuado y no hacía más que provocar su curiosidad era bastante llamativo, pero se había quedado con la réplica de los primeros lugares mencionados. Desde siempre le encantaban los agujeros, urgar en la tierra labrada por el agua y el viento.

-Creo que... quiero ir a esos subterráneos y catacumbas-anunció al fin sonriente, mirándole y apoyando las manos en la cadera-. Los demás misterios y secretos... ya iré descubriéndolos por mi cuenta, pese lo mucho que te pese...

La risa suave del demonio se quebró el silencio y Kratos se levanto para rodear los hombros de Bal con su brazo.

-Me temo, querido mío, que ni siquiera tú podrías burlar la seguirdad de esos lugares pero te dejo comprobarlo si te place -le susurró muy cerca del oído- ahora, vámonos.

Retiró su brazo para colocar la palma de su mano en la espalda del chico y lo empujó con delicadeza para que salieran de la habitación. Varias habitaciones, estratégicamente elegidas, conducían a los secretos que se hallaban bajo tierra y los umbrales hacía ese mundo de sombras estaban ocultos tras objetos cotidianos o lujosos tapices que no harían sospechar a nadie. Kratos guió a Bal hasta una habitación, a fondo de uno de los pasillos menores. En el interior una cama, una cómoda y una lámpara eran los únicos muebles, no tenía ni siquiera ventena alguna.

-¿Te permite tu condición ver en la oscuridad? -preguntó, abriendo el cajón de la cómoda para sacar un mechero y una llave- A mí no y necesito cosas como ésta -le enseñó el objeto con una mueca, como si le molestase no poder dominar del todo esa habilidad- En realidad hay luz eléctrica ahí abajo, costó mucho trabajo pero se hizo...sin embargo en algunos lugares no y las velas estarán apagadas ya. Hace mucho que no bajo..-murmuró mientras cerraba la puerta de la habitación con llave. Así se aseguraba de que nadie los molestara. Se acercó a la cómoda y la empujó dejando al descubierto una pequeña puerta de madera que abrió en segundos.

Detrás de ella una semipenumbra les daba la bienvenida. El demonio se adelantó y cruzó el umbral, pentrando en las sombras y comprobando que las lámparas, aunque distanciadas entre sí, otorgaban al lugar la luz tenue que le gustaba.

-Creo.... que todavía no soy realmente consciente de lo que soy-le dijo observando todos y cada uno de sus movimientos, asombrándose pero ni si quiera parpadeando cuando abrió aquella trampilla secreta, para no perderse ni uno solo de los detalles-. ¿Las serpientes pueden ver el la oscuridad?-preguntó a modo que no esperaba ya ninguna respuesta.

En eso se resumía, en una serpiente. Los estudios que había realizado el demonio, si no se equivocaban, dejaban claro que era una especie de lagarto híbrido con un caballo, una repugnante y viscosa serpiente, en resumen. El chico fue tras él y se pegó a su costado, agarrándole el brazo no con miedo, si no para asegurarse de que estaba y seguiría estando allí por si algo fuera de lugar le pillaba por sorpresa.

-¿Qué escondes aquí abajo?-le preguntó mirando a su alrededor, escuchando el eco de sus pisadas. No, no tenía miedo, estaba casi incluso entusiasmado de ver aquellas sombras cerniéndose sobre la suya, y casi de forma inconsciente la mano que aferraba el fuerte brazo del demonio se deslizó hasta la mano ajena, entrelazando los dedos con él para apretarlo contra sí, al tiempo que volvía un instante la vista atrás, observando el cambio de sombras.

El corredor seguía un único camino y la humedad y el frío parecía incrustado en la piedra de las paredes y el techo. Los juegos de luces y sombras fácilemente alentarían la imaginación de los miedosos y la ilusión de que, tal vez, alguien pudiera salirles al paso los haría retroceder hasta marcharse.

-No escondo nada- respondió el demonio encogiéndose de hombros- de verdad. Mis secretos más perversos no están bajo tierra sino entre las paredes de mi casa, aunque haces bien en no separarte de mí -dijo al tiempo que apretaba un poco más la mano del chico, entrelazada a la suya- porque aquí abajo, escondidos y acechantes en la oscuridad..hay peligros- ahora su voz se había vuelto un hilo de susurros- Toda esta red de pasadizos y catacumbas llega hasta el mismo centro de la ciudad, algunos corredores desembocan en casas corrientes, bares corrientes o lugares escogidos meticulosamente para ello. Cualquier criatura que conozca ese secreto puede acceder a este sitio y por ende...terminar bajo mi hogar. Cuando adquirí el solar y descubrí lo que había debajo me apropié de lo que me corresponde, es decir...todo el subsuelo bajo mi casa..

Los pasos de ambos reverberaban entre las paredes y el techo mientras avanzaban, a ningún lugar en especial todavía. Torcieron una esquina y salieron a otro corredor, más amplio que el anterior y más sombrío.

-Como puedes suponer -continuó el demonio- cualquiera puede acceder a mis dominios con facilidad si sabe el modo. Tuve que cubrirme las espaldas y por eso no estamos solos..Aquí abajo viven mis centinelas, seres de las sombras que no podrían habitan en otro lugar. LLegaron a mí buscando alimento y protección y yo...los acogí. Nadie quiere hacerse cargo de un ser de las sombras porque su nutrición es...digamos...algo controvertida. Se alimentan de carne humana...-lo dijo como si fuera algo sin importancia- yo se la proporciono y ellos mismos se sirven de los desgraciados que se atreven a traspasar el umbral de lo prohibido, mis dominios..Son muy eficientes.

-Secretos perversos... ya-el chico asintió con la cabeza con el ceño fruncido ante toda aquella explicación. Resultaba complicado concivir todo aquello concentrado únicamente en aquel hombre. Sin duda dejaba claro que se tratraba de un tipo... influyente, si era quizás una palabra aproximada si quiera un poco.

El chico le miró de reojo un momento antes de devolver la vista a quellas paredes oscurecidas. La mención de aquellos centinelas no le causó ninguna sensación especial. Incluso a pensar que sería el propio demonio el que le estuviera encauzando hacia aquellos seres que decía comían carne humana sólo hizo que le sujetara la mano con más firmeza.

-¿Me llevas ahora a algún lugar en especial? Creo que no quiero ver a esos guardias...-comentó acordándose de pronto de que él no era humano, y respiró con alivio. Alzó la vista hacia él tratado de ver su pálido rostro con la poca luz que portaban-. Pareces tener mucho poder... Es casi como si fueras... aunque en las sombras, más importante que el propio creador de la ciudad... Y sin embargo con todos los contactos que tienes yo nunca había oído hablar antes de ti.

Seguían avanzando en línea recta, pues era el único camino a seguir hasta que alcanzaran una de las catacumbas más pequeñas y que era el acceso a varios corredores más.

-Te llevo a una sala, allí pararemos y decidirás qué hacer -dijo con naturalidad. Conocía aquellos pasadizos como la palma de su mano, llevaba años recorriéndolos arriba y abajo cuando le florecían los nervios y la ira. Los utilizaba para salir a la ciudad cuando no quería ser visto por nadie y también para transportar y deshacerse de los cadáveres que utilizaba para sus experimentos. Nunca dejaba pistas pues sus seres de las sombras se encargaban de hacer desaparecer hasta el más mínimo ápice de resto humano- Tengo mucho poder, has acertado. Pero no conozco al creador de esta ciudad -se encogió de hombros en la oscuridad, era cierto. No tenía ni idea de quién era- pero apuesto a que tengo más poder que él. Ten presente mi ancianidad....he aprendidod de todos vosotros, de las vuestras guerras, de vuestros complots y conspiraciones, de vuestras traiciones..Aunque también de vuestros logros he de admitir. ¿Sabes?...si no posees los contactos adecuados..es díficil que alguien pueda conocerme realmente. Soy discreto...y lo máximo que oirán de mí es que soy un excéntrico con una mansión en una ciudad extraña.

Alcanzaron por fin a la pequeña sala de piedra. Estaba algo más iluminada que los pasillos y de las paredes se desprendían algunos bancos de piedra. Del otro extremo de la pétrea habitación nacían dos túneles más.

-El de la derecha conduce al lago y el de la izquierda al centro de la ciudad....Tal vez alguno de estos pasillos llegue hasta el cubil en el que trabajas..-rió entonces y su risa reverberó entre aquellas cuatro paredes.

-Él es un dios...-puntualizó alzando una ceja. Al internarse en aquel nuevo cuarto se entretuvo en observar el ardedor aprovechando que había más luz, aunque no le prestó demasiada importancia.

-Pero en realidad...-comentó apoyando las manos en la cintura-. Yo tampoco le conocía hasta hace poco...-el muchacho pronunció aquello con un tono diferente al que había utilizado durante toda la noche y miró a otro lado, como queriendo que aquello no se prolongase más ni continurar con la conversación.

Se aproximó al demonio y miró aquellos dos caminos.

-Aunque no lo parezca... es una difícil decisión. Pero creo que quiero ir a...-alzó un dedo acusador hacia el techo, escogiendo antes el lugar para sentenciar final que quería tomar el camino de la derecha-. Al lago. Quiero tumbarme un rato con tranquilidad.

El demonio apretó los labios hasta que éstos formaron una línea delgada. En su interión bullía la herida provocada por la ofensa, una puñalada que intrerpretó dirigida directamente hacia su persona y con el mayor afán de hacer daño

-Y qué que sea un Dios...-escupió con ferocidad- El poder, el conocimiento y la inteligencia no tienen nada que ver con ser un Dios...sino cómo utilizas lo que tienes.

Sin pronunciar una palabra más se desprendió de la mano de Bal y echó andar por el camino que conducía al lago. Iba deprisa pero no lo suficiente como para que el chico no pudiera seguirle con facilidad.

El lago subterráneo era una gran extensión de aguas oscuras y sosegadas. Su superficie era como un espejo, capaz de reflejar a precisión la piedra y las paredes irregulares de su alrededor y las formas caprichosas que a la naturaleza se le había antojado dar allí forma. Estaba también iluminado gracias a un trabajo conjunto con varios vecinos de la ciudad que lideró él mismo. El lago no era de su propiedad sino de todos aquellos que sabían cómo encontrarlo y por tanto la entrada quedaba custodiada por algunos de sus sirvientes.

Kratos llegó hasta la entrada y la criatura de las sombras le salió al paso. Bufando husmeó el aire mientras pegaba su cuerpo a la oscuridad de la pared. Se deslizó de un lado a otro, resoplando con sonoridad afilaba sus garras y preparaba sus colmillos para el banquete.

-¡No es hora de tu comida! -rugió el demonio, apartándolo a un lado. La criatura siseó, se ocultó de nuevo y Kratos llegó hasta las aguas tranquilas del lago, donde respiró hondamente.



LAGO:

El muchacho le observó con algo de sorpresa cuando le dijo aquello y arrugó la frente viendo como se iba. De nuevo se sorprendió solo en medio de una oscuridad que no le asustaba, pero que sí era fría y poco alentadora, y a penas un par de sengundos más tarde optó por seguir al demonio a través de aquella gruta.

Cuando vio a aquella bestia se quedó un momento quieto y se asomó por la espalda del mayor tratando de ponerle una forma definida, no estando del todo seguro de que era una buena idea interponerse en su camino.

-¿Sabes? Llegará un momento en el que deje de hablarte, para... que no tengas que enfadarte ni tomártelo todo como un insulto cuando no es así-le dijo el muchacho separándose entoces de él, mirándole a penas un momento con algo de dejadez para bajar la vista a penas un momento y volver a mirar a la bestia ya con algo de curiosidad.

El ser de las sombras continuaba en la entrada al lago por aquel pasillo. Era su puesto y no podía abandonarlo, confiaba en que su amo le proporcionara más adelante su ración de restos humanos y por ello se dejaba ver de vez en cuando, saliendo a la luz, dejando al descubierto su cuerpo enjuto y ceniciento. Tenía los brazos demasiado largos para formar un todo armónico con su cuerpo y unas garras que terminaban en uñas afiladísimas y plateadas. Una maraña de cabello negro le cubría buena parte del rostro y un hilillo de baba se escurría de su boca grotesca. Vigilaba y se escondía.

-Pues hazlo -dijo el demonio con desinterés. Había caminado hasta el borde de la masa de agua y hundido las manos en los bolsillos. Contempló su reflejo en las aguas tranquilas- Tal vez no te lo haya parecido a ti, pero tus palabras y tu expresión han sido justamente las idóneas para ofender...y tu tono de voz ha sido diferente al empleado durante toda la noche.

El chico volvió a esperar un poco antes de seguirle, yu frunció el ceño a pocos metros de él mientras dejaba caer los brazos a ambos lados de la cabeza. Bajó un momento la mirada perdida al suelo, no viendo nada en realidad debido a la oscuridad aunque comenzaba a acostumbrarse a ella.

-¿Y eres capaz de pensar que tu hasta ahora has estado haciendo exactamente eso? Y creo que lo estás haciendo a propósito, eres tu el que se ofende continuamente por cualquier cosa y a todas horas....-le dijo sin mirarle, echando un vistazo atrás y no volviendo la vista para restregar la manga de la camisa por la cara, humedecida, sorbiendo los mocos después tratando de no resultar demasiado llamativo, aunque lo grande de la estancia y el eco que había no eran precisamente idóneos para pasar desapervicido.

-¡¿Yo?! -exclamó el demonio apartando su rostro del reflejo en el egua. Se dio la vuelta con brusquedad y aspiró el aire fresco del ambiente para dejarlo escapar con violencia- ¡Yo jamás te he ofendido! ¡Te he abierto las puertas de mi casa y enseñado cosas que jamás podrías haber visto por ti mismo! Me conoces un poco para saber...

Enmudeció porque, a pesar de que sus exclamaciones retumbaban en las paredes de piedra, fue capaz de percibir los sonidos que salían de Bal y que trataba de ocultar. Lo vio restragarse el rostro con la manga de la camisa, con la vista vuelta hacia atrás y lo interpretó como signo inequívoco de que estaba llorando. Kratos suspiró y se acercó a él.

-Conoces mi mal humor -dijo con la voz más calmada, casi amable- lo admito, me enfurezco cuando algo no me gusta o cuando algo me hiere -le apartó la mano del rostro con suavidad y la mantuvo entre la suya- y me gustaría que, en mi presencia, no pusieras a nadie por encima de mí. A nadie..a menos que tengas buenas razones. Si quieres seguir siendo amigo mío..no me hieras más -cerró los ojos y suspiró, como si hubeira tomado alguna especie de resolución- Y como yo...deseo seguir manteniéndote a mi lado..trataré....trataré de no marcharme como una exhalación la próxima vez que me ofendas, me quedaré y te diré que me disgustan tus palabras.

Baladaur a penas tenía los ojos ligeramente enrojecidos pero se había esforzado por no echarse a llorar sin remedio y de forma desconsolada, y lo había conseguido a pesar de todo. Era un aspecto al que quería ponerle fin con no demasiado éxito, pues el ser quizás demasiado llorica le ponía muchas veces en evidencia. Alzó la vista hasta los ojos del mayor sin moverse demasiado.

-Creo que... que me va a costar demasiado tratar contigo, Kratos-dijo con voz algo lastimera sorbiendo los mocos de nuevo y pasándose el dorso de la mano por la cara para después pegarla al pecho del demonio y rodearle el cuerpo con ambos brazos-. Porque eres intratable si el otro no es uno de tus sirvientes, por eso estaremos en esta situación por los siglos de los siglos...-comentó arrugando la frente y apoyando las manos con suavidad en la espalda del demonio-. Porque tampoco tengo intención de separarme mucho de ti...

-No soy intratable..

El demonio rodeó a Bal por la cintura con sus brazos y lo abrazó a su vez. Después le susurró aquellas palabras que aunque extrañas, eran verdad. Lo había descubierto hacía mucho tiempo, cuando trató de sumergirse en aquello que llaman 'amor'. Con ella, con Adèle, se había vuelto un ser complaciente en extremo, un ser sosegado y tierno como jamás pensó que podría ser. Aquel experimento le reveló que podía dejar de ser intratable si lo deseaba, pero cuando ella desapareció y descubrió en lo que se había convertido nació este demonio renovado. Mucho peor de lo que fue antes de conocerla, mucho más despiadado y perverso.

-Puedo comportarme, puedo..Puedo ser alguien que no imaginas -murmuró, entrelazando sus dedos largos en los cabellos del chico- pero sucede que no tengo a nadie por quién ser así -acariciaba su pelo deslizando sus dedos arriba y abajo, suavemente, atrapando un mechón a veces para volver a soltarlo y continuar.

El chico entrecerró los ojos un momento mientras el suave tacto de las manos de Kratos le acariciaba el pelo, casi extasiándole. Cuando terminó de hablar se removió sobre su pecho alzando la vista para verle un momento y volvió a quedarse sobre sus cálidas ropas.

-Espero... que encuentres a alguien que pueda volver a curarte-le dijo con suavidad para después desenredar los brazos de al rededor de su tronco y separarse de él con suavidad, algo más sosegado.

Le esquivó con tranquilidad para caminar hasta el borde del lago, contemplándose un momento en las quietas aguas antes de sentarse sobre la tierra y mirar atrás.

-¿Vienes?-le preguntó estirando un brazo hacia él.