Hogar de un demonio (Privado)

-Creí que sí...hace mucho tiempo -recordó cómo había meditado años atrás, en aquel experimento cuyo sujeto de estudio fue él mismo y el amor, algo a lo que no logró darle, por no poder, el cariz científico que deseaba- hasta que dejé de pensar en ello y deseé que se esfumase, pero no fue así...Aunque aprendí muchas cosas útiles, no creas que fue en vano..

Negó con la cabeza, aunque tal vez aquello no le importara un carajo a Bal, tal vez ni siquiera tenía idea de a qué se estaba refiriendo pero, en muy contadas ocasiones, al demonio le ocurría que divagaba sobre sus prensamietos en voz alta y solía descolocar a su interlocutor.

Del bolsillo interior de su gabardina negra sacó un papel y un bolígrafo de oro. A través del cristal de la ventana podia percibir los ojos curiosos de aquellos inmundos seres clavados en él, en su coche y en la sublime tapicería de su interior. Sólo el pensar en ellos lo enfermaba así que corrió una pequeña cortinilla de tela negra y quedó al fin protegido de aquello. Garabateó un número de teléfono en el papel y se lo entregó al muchacho.

-Me disculparás que no salga a despedirte pero me siento febril -afirmó pasándose una mano por la frente- demasiados minutos en contacto con...con...esta horda de...¡espantajos!...-sufrió un estremecimiento al pronunciar esa palabra y añadió- que tengas una buena noche..si es eso posible en esta inmundicia...Se me ocurre ¿Por qué no te buscas otro trabajo? Yo podría ayudarte...Bueno, no te retengo más..

Otro trabajo. Sin duda no era una idea tan descabellada y había sido algo que le había rondado por la cabeza más de una vez, pero nunca se lo había planteado en serio realmente. No podía desprenderse tan a la ligera de un trabajo que le había costado tanto tener, después de muchos fracasos en aquella ciudad en la que, por motivos que aún se escapaban a su conocimiento, le habían considerado durante años no apto para muchos cargos de diferentes tipos.

El muchacho cogió aquel papel a ciegas mientras paseaba distraídamente la vista por los que curioseaban desde fuera al interior del lujoso vehículo. Sonrió a penas y le miró, acariciándole sin querer la mano al coger la targeta.

-Nunca es una buena noche-aseguró con la voz suave y encandilante que le caracterizaba, con una media sonrisa ausente y abnegada que le obligaba a ser permisivo y resignado con lo que tocaba, fingiendo sentir un amor inexistente y casi absurdo.

Se separó de él con suavidad y metió la mano en el bolsillo, guardando el papel para abrir la puerta con suavidad.

-Buenas noches, Kratos, ya te llamaré y... gracias-dijo asintiendo con la cabeza antes de salir. Cerró la puerta rápidamente, evitando que los que estaban fuera se aseguraran de más cosas de las que debían antes de dar la vuelta al edificio y entrar como de costumbre por la puerta trasera.

El demonio se mantuvo en silencio durante el tiempo que el chico siguió dentro del coche. No le miró ni tampoco se despidió de él cuando salió del vehículo, cerrando la puerta con premura. Sentía en su interior una sensación extaña..de ausencia, de melancolía...Alzó unos centímentros la cortinilla negra que cubría la ventanilla y observó como Bal entraba en el edificio y desaparecía después en la negrura.

-No está bien -negó con la cabeza a sus propios pensamientos y cruzó los brazos sobre el pecho. El bolígrafo de oro descansaba aún entre los dedos de su mano, jugueteó con él, contemplando el fulgor del metal- debo buscar a mis amigos. Sí. Ellos representan la vida que he llevado hasta ahora, apacible, controlada...Nada había que escapara a mi escrutinio..

Tranquilizado por aquella resolución indició al cochero una dirección y le ordenó que condujera hasta allí. Y así el vehículo se alejó calle abajo, dejando mudos a los curiosos que seguían intentando penetrar con sus ojos en el interior.

Las horas nocturnas fueron pasando una tras otra como cada noche, lentas y agotadoras, envueltas en un calor raro e incómodo y en humo. Los vapores del alcohol seguían siendo algo insoportables aunque se había acostumbrado a ellos en cierto modo, pero no podía quejarse. No tenía derecho, en realidad.
Después de unas cuantas fulminantes llamadas a la dirección del club y una visita fugaz a un libro de clientes improvisado en recepción Bal volvió a pasar parte como otras tantas noches, como el resto de sus compañeros cuando no tenían un horario fijo entre semana detrás de la barra, en las alcobas circundantes al club, en el mismo edificio pero alejadas del ruido y el goteo incesante de bebidas cegadoras. A penas un par de horas más tarde al muchacho se le encendió una bombilla después de un grave incidente, y como si hubiera visto la luz a penas había caído la noche, corrió a buscar su ropa dolorido en el suelo de la habitación para buscar en los bolsillos aquel papel que Kratos le había dado con un teléfono. En aquellos momentos era una de las pocas cosas que veía seguras a las que anclarse.

Llamando en secreto, pues las llamadas personales estaban completamente prohibidas y se pagaban a parte, el joven se escondió tras las columnas del recividor, mirando nervioso la puerta cerrada pero sin llave que podría abrirse en cualquier momento, sujetando el auricular con una mano mientras con la otra se frotaba el pecho y el hombro.

-Vamos...-masculló mientras los tonos seguían sonando, no teniendo muy claro a donde iría a parar aquel número de teléfono.

El demonio había ido a pasar la noche a casa de su buen amigo Jeff, el licántropo. Por supuesto y para no variar la costumbre Edward, el vampiro, se les había unido a posteriori de una llamada del mismo Kratos. Eran buenos amigos. Juntos habían contemplado el paso del tiempo a través de las épocas, habían observado el mundo cambiante y las guerras y las enfermedades que asolaron en su día Tierra y humanidad.

Jeff vivía en una mansión victoriana que, aunque no llegaba a la magnitud de Adèle, estaba bastante bien acomodada. Sus estancias solían estar siempre llenas de gente que disfrutaba de fiestas contínuas o reuniones privadas. El licántropo renegaba de la soledad y en su pequeño mundo jamás faltaban amigos, mujeres, juegos y buena sangre para beber.

-No creo que sea buena idea demonio..-Jeff sacudió la cabeza en un ademán negativo- para conquistar España deberíamos hacer..
-Cierra la boca haragán. Me has elegido como compañero y ya sabes por qué...-lo miró y ante la cara de perplejidad del otro, Kratos resolpló y añadió- ¡por mi intelecto imbécil!
-¡Ah, claro!
-Ya estás borracho otra vez...¡Cristo! menos mal que no te necesito..
-Vamos Kratos, haz tu jugada -Edward se impacientaba y su compañero, un diablo menudo pero muy pícaro le hacía al puñeta para matar el tiempo- ¡hazla ya o tendré que matar a este enano!
-Callad..este juego precisa de concentración. ¡Conquistar el mundo no es una minucia! Requiere de talento y -se interrumpió porque en aquel momento su teléfono móvil había empezado a sonar- disculpad -se levantó de la silla- Jeff...pon un solo dedo en el tablero y te juro que te los corto..¿Entiendes?
-Joooder....qué tío, quién me mandaría a mí...quién me mandaría sacar el Risk...Jooderr...

Kratos se alejó, escuchando de fondo las quejas del licántropo y las carcajadas de los demás. En la pantalla del teléfono vio que no conocía el número, pero descolgó porque a veces solían llamarle los contactos que le proporcionaban cuerpos humanos desde números que no conocía y como sólo daba el suyo a gente de confianza no vio problema.

-¿Quién es? -preguntó con voz seca y cortante. Tenía un ojo puesto en su grupo de amigos y en el tablero- hable rápido porque estoy muy ocupado ¿ha entendido?..Hable pues..

Bal tan sólo necesitó oír las dos primeras palabras que recivió del otro lado para tranquilizarse en parte. Puso cara de dolor un momento, apoyándose una mano en el costado y dejando de frotar la piel.

-¿Kratos?-pronunció algo desconsolado pero en voz más baja de lo habitual, como si quiesiera asegurarse de que nadie más le oía-. Kratos... menos mal que... oye estoy metido en un lío-dijo volviendo a asomarse hacia la puerta y después mirando hacia el cuarto en penumbras donde reposaba el cuerpo del cliente que había acompañado aquella noche-. Un tipo... solicitó la compañía de un chico para esta noche en los cuartos y... bueno... yo... Me pegó, ¿sabes? Pero... tengo un marrón encima, Kratos...

Al escuchar la voz de Bal su expresión se contrarió. Si aún estaba trabajando no comprendía la razón de esta llamada y menos en mitad de una partida tan importante como la que estaba teniendo lugar y en la que, por cierto, estaba ganando. Pero cuando mencionó que había sido golpeado y que estaba metido en un lío sintió como la sangre le hervía en las venas. Desde lo sucedido el día anterior consideraba a ese muchacho de su propiedad y no consentiría que nadie le pusiera las manos encima.

-Cuéntame -murmuró con voz ronca- ¿O prefieres que me persone allí ahora mismo? Porque tardaré un suspiro en llegar..

-No... no lo se-dijo el chico con nerviosismo mientras trataba de tragarse cualquier sonido de queja por los golpes recividos. No era la primera vez pero aquella pasaría sin duda a la historia-. Mi jefe está a punto de llegar... y... no tengo forma de salir de aqui si no es por la puerta por la que entrará él... y....

El muchacho se mordió el labio un momento pero no pudo evitar quejarse al notar un dolor punzante en él, llevándose la mano a la boca y notándose el labio cortado.

-Creo que... le he matado....-dijo entonces bajando aún más la voz y llevándose una mano a la cabeza, asomándose de nuevo al cuarto. Prefería que la luz estuviera apagada. Aquella orgía de sangre que se había consumido en apenas un minuto en el que el muchacho se cegó y se cebó sin más había terminado con un desmembramiento demasiado desagradable y el suelo y la cama completamente encharcados con los fluidos internos de su agresor.

El demonio lo escuchó en silencio, parecía ser que el chico no tenía ninguna necesidad de que nadie le defendiera...cosa que lo puso de mal humor. Le gustaba proteger y que aquellos que consideraba suyos dependieran de él porque aquello mutaba rápido en respeto, adoración y admiración y en fin..era aquello lo que le gustaba. Pero Bal era diferente, podía defenderse solo, incluso era capaz de matar si se veía amenazado y sólo buscaba su ayuda para zafarse de un problema, que por el contrario, era bastante delicado. Se dio cuenta entonces de que no podría lograr que el chico lo respetara, lo adorara y lo admirara como todos los demás antes utilizando los métodos corrientes.

-Entiendo...para eso buscas mi ayuda eh..-murmuró casi para sí mismo aunque no le imporaba que le escuchara- Bueno, no te muevas, ni toques nada a no ser que sepas qué hacer con un cadáver...Voy a ir hacia allí porque por teléfono es harto díficil solucionar este...problemilla. ¿En qué habitación estás y como llego a ella? -su tono de voz seguía siendo distante y seco.

-¡Cómo voy a saber qué hacer con un cadáver!-exclamó el chico dándose cuenta de lo demasiado alto que estaba hablando y volvió a mirar al cuarto, quizás, quién sabe, con la esperanza de que aquel individuo se levantase, echase a andar, y olvidara sin dejar propina, por supuesto, lo ocurrido aquella noche-. Si está muerto...-aclaró hablando ya consigo mismo señalando aquel bulto a oscuras en medio de las sombras de la habitación-. Estoy... en la 207... ven directamente o te dirán que está ocupada y.... vendrá mi jefe y....

Una secuencia de percances consecuentes a aquel episodio le sacudieron la cabeza, en a penas dos segundos se inmaginó mil cosas y todas eran malas, y era la primera vez que veía un cadáver.

-De acuerdo. No hagas nada hasta que yo no esté ahí -y colgó enseguida.

Con paso rápido se acercó a sus amigos y les explicó que un problema iba a ausentarle durante un tiempo. Con todo decidió llevarse a Edward porque Jeff estaba demasiado borracho para hacer nada útil y Kratos, como el ser calculador que era pensó que mientras él hacía el trabajo dentro de la habitación alguien tenía que hacer guardia fuera.

-Vampiro, vámonos. Preciso de tu ayuda.
-¡Sí! ¿A quién hay que matar? ¡porque mis colmillos están afilados y a punto para una masacre!
-Por el camino te explicaré...

Y ambos salieron de la casa, montaron en el coche de Kratos y el cochero los llevó de vuelta al club.

El muchacho se quedó en silencio y mirando al auricular, colgándolo después. Sin esperar más y dándose cuenta al fin de que estaba medio en cueros fue a por su ropa, pero se la pudo poner a duras penas, pues el esfuerzo de pasar los brazos por las mangas de la camisa era un trabajo del todo doloroso.
Nunca había recordado una paliza semejante. A penas media hora después de aquel violento encuentro notaba como la adrelanila disminuía agotada por completo y todos los golpes empezaban a pasarle factura, incluso un punzante dolor en el brazo izquierdo.

Tan sólo con el pantalón puesto sin abrochar se puso la camisa por una sola de sus mangas, sin tener ganas de esforzarse más y se apoyó en la pared justo en frente del teléfono, no queriendo pisar el territorio del cuarto para dejarse resbalar hasta el suelo, agotado, rezando por que Kratos llegase pronto y su jefe no decidiera darse tanta prisa.

El vehículo, por orden expresa de Kratos, se detuvo en una callejuela justo detrás del club, entre las sombras no debía llamar demasiado la atención. Sacó un maletín del maletero, lo cerró e indicó a Edward que lo siguiera, cosa que el vampiro hizo con un gusto inmenso pues a él sí le gustaba el lugar por acomodarse mejor a sus medios económicos.

Cruzaron la puerta de lo que el demonio consideraba el infierno y se apresuró a escurrirse entre la gente, evitando a toda costa ser tocado por esos cuerpos hediondos. El vampiro le pisaba los talones, siguiendo con facilidad la velocidad de su amigo y sonriendo a todo aquel que se los quedara mirando. Para los demás no eran más que clientes como ellos que buscaban en las habitaciones la misma diversión sexual.

-Aquí es -proclamó Kratos frente a la puerta 207- quédate aquí y vigila que no entre nadie. Si lo intentan..persuádeles, como sólo tú sabes hacerlo..
-Sí..
-Sin muertes....Aún, amigo.
-Vaale -resopló- me portaré bien.

Y el demonio abrió la puerta, cerrándola sin ruido tras de sí. Buscó el interruptor y lo prendió porque el trabajo bien hecho siempre salía mejor a plena luz. Encontró al chico desmadejado en el suelo.

-¿Considerarás ahora buscar otro empleo? -dijo aunque sabía que no era el momento para ello- bueno ¿dónde está el estropicio?..¿Al final del pasillo? ¿Quieres quedarte aquí? Yo sé muy bien lo que hacer con esa escoria y cómo arreglar este desaguisado.

El chico cerró los ojos con cara de malestar al notar tanta luz de golpe en sus ojos, pero era todo un alivio al fin y al cabo. Con rapidez, aun quejándose todo lo silenciosamente que podía de sus magulladuras, logró ponerse en pie apoyándose en la pared y dar un paso hacia el demonio, logrando abrazarse a él por el pecho. Aunque le dolían especiamente los brazos no podía evitarlo.

-He estado muerto de miedo-aseguró con el nudo todavía en la garganta sin poder parpadear del todo-. Pero... quiero ver lo que haces-dijo por fin separándse de él y agarrándose el hombro para echarse a un lado y dejarle el camino abierto al demonio, dejando que se encontrara con un cuerpo completamente mutilado e irreconocible, como si hubiera sido cruelmente mascado por una bestia y después escupido sobre la cama.

Kratos pensó que cuando terminaran allí debería curarle las heridas al pobre chico. En manos tan expertas como las suyas sería coser y cantar y Bal se recuperaría mucho más pronto que si estuviera bajo el cuidado de un doctor corriente.

El espectáculo que contempló en la habitación fue del todo sorpresivo para él y no pudo evitar digir una mirada interrogante al muchacho. Cómo había logrado hacer semejante carnicería escapaba a su razón a no ser que se hubiera transformado en el otro ser del que formaba parte, pero no sabía si había sido así. Había sangre derramada sobre la cama, sobre las sábanas. Gotas salpicadas en la pared cercana al lecho formaban dibujos caprichosos y rojizos y en el suelo un gran charco de líquido brillante invitaba a no ser pisado.

-En fin, bonito cuadro. Después deberás explicarme cómo has hecho esto tú solo.

Sin decir nada más colocó su maletín sobre una silla cuya tapicería estaba intacta y lo abrió. No había artilugios de medicina sino los enseres que utilizaba para trocear cuerpos humanos cuando tenía que hacerlo, guantes para no rozar con su piel aquella inmundicia y un saco negro y tupido para transportar después las partes.

Se quitó la gabardina, la colocó sobre la misma silla y remangó su camisa blanca para no mancharse. Extrajo una hachuela de carnicero de su bolsa, se enfundó un par de guantes, un delantal de plástico negro y caminó hacia el cadáver. Lo estudió con detenimiento un instante, comprobando que su garganta había sido completamente desgarrada y abierta así como su tronco, rasgado cuan largo era, dejaba al descubierto órganos y vísceras. Kratos asintió, sopesando la situación. Los dos dos brazos y ambas piernas habían sido arrancadas literalmente del cuerpo y yacían sobre el colchón y en el suelo. Debía empezar por ahí. Reunió las cuatro extremidades en el piso y hundió la hachuela en la piel, en la carne y en el hueso hasta partirlo. Separaba cada trozo con una facilidad pasmosa, como quien separa las patas de un cangrejo para degustar su carne. El rigor mortis no había aparecido aún y era muy sencillo hacer el trabajo con habilidad. Guardó los trozos en el saco, ignorando los restos de sangre que su carnicería había dejado en el suelo y se puso de pie.

Manipular el resto de cádaver iba a ser más compliado. Lo primero tal vez sería separar la cabeza del tronco, podía llevarla tal cual dentro del saco sin ningún problema pero el resto....Frunció el ceño y dibujó mentalmente los puntos por los que cortar y una vez tuvo el esbozo en su mente volvió a hundir la hachuela en el cuerpo, gruñendo tenuemente en cada golpe por el esfuerzo. Su frente pronto se perló por el sudor y hubiera desabotoado varios botones de su camisa de no ser por la sangre que resbalaba por sus dedos enguantados. El hedor a sangre, a óxido y a cuerpo humano era insoportable y deseó no haber olvidado en casa su mascarilla

Suspiró al finalizar. El cuerpo había sido troceado en partes lo suficientemente pequeñas como para caber en el saco y poder ser transportadas con facilidad. Limpió el filo del hacha y la devolvió a su maletín, se quitó los guantes y el delantal y los lanzó dentro del saco. Después lo cerró con la cuerda que pendía a ambos lados de la obertura y lo dejó listo.

-He terminado. Impecable trabajo ¿Verdad? -sonrió asintindo con la cabeza- Bueno, no hay cuerpo pero sigue habiendo sangre...Pero no temas, lo tengo también planeado. Espera aquí.

Kratos salió de la habitación y cerró la puerta.

El muchacho observó todo aquella operación, observando como el vampiro a su parecer poco a poco iba tomando la apariencia de un cruel carnicero. Su cara era la misma que la de Kratos. Realmente no podía darle una respuesta ni lógica claras a lo que allí había ocurrido a pesar de haber sido él el culpable, las manos asesinas. No era la primera vez que le ocurría, pero si la primera que se había dejado llevar tantísimo por la cegera momentánea de querer liberarse de un depredador agresivo que le atacaba. Y como siempre, el poco tiempo que había durado su ataque irrefrenable y salvale había sido demasiado corto para asimilarlo. No tenía ni idea de donde había sacado la fuerza ni las armas necesarias para cercenar de aquel modo la carne.

-Está bien... date prisa...-le dijo tratando de que le oyera antes de que cerrase la puerta. Después, sólo de nuevo en aquel cuarto, pues el cadáver no contaba para nada como compañía, se quedó un momento observando toda aquella sangre impregnada por todas partes. No lo encontraba nada atractivo, y era algo curioso, pues la sensación de satisfación que había tenido al despedazarlo, al no recordar como, seguía intacta en su mente.

Se dio de nuevo la vuelta dándole la espalda al cuarto y se aproximó de nuevo al pequeño pasillo del teléfono, poniendo cara de dolor al pasar el segundo brazo por la manga de la camisa y abotonándola después.

Durante unos escasos diez minutos el demonio se dedicó a deambular por el club. Buscaba presas fáciles, cualquier mente indefensa que pudiera ser doblegada a su voluntad, cualquier mente sumisa y confusa que pudiera cumplir sus deseos sin resistencia. Y las halló.

Eran dos muchachos jóvenes, de veinte años tal vez. Se acercó a ellos, con la sonrisa seductora de demonio que tan bien sabía gastar. Los rodeó con sus brazos, destilando un magnetismo, propio de su naturaleza demoníaca, que era imposible de ignorar. Por algo el diablo tenía tantos adoradores, gente que haría cualquier cosa por una mirada, por una promesa. Convenció a los desgraciados, entre sonrisas y palabras dulces y amables, para que lo acompañaran hasta la habitación 207, una vez allí debían limpiar el suelo, la pared y las sábanas para dejarlo todo impoluto. Por supuesto, ninguno de ellos tenía idea de a qué se estaba refiriendo el demonio que se encontraban tan subyugados a su voluntad que no les importaba, harían cualquier cosa por él, así tuvieran que entregar su vida.

El vampiro, que hacía guardia en la puerta, los observó con complacencia. Serían suyos cuando hubieran finalizado su tarea porque no era de profesionales dejar ningún cabo suelto. Y Kratos entró de nuevo en el cuarto, acompañado de los dos jóvenes. Los guió hasta el lecho y al ver la sangre emitieron un quejido lastimero. Se miraron entre ellos y luego al demonio, temerosos, negando con la cabeza porque imaginaban algo así pero Kratos abrió sus brazos y acogiéndolos en su pecho y ellos se aferraron a él, adoradores del diablo. Lo harían.

-Buenos chicos. Hacéis lo correcto y Satanás os lo agradecerá. Os acojerá en su regazo cuando la muerte os lleve y seréis eternos como él, como yo...

Claro que el demonio no creía en todo aquello pero era la filosofía que la gente mundana conocía mejor y la forma de llevarles a su terreno bajo esas falsas promesas. Cogió su maletín e indicó a Bal que lo llevara, después cargó el saco a su espalda y salió de la habitación, dejando la puerta abierta para que el chico también lo hiciera.

-Vampiro, ya sabes lo que tienes que hacer..
-Sin problemas, me muero de hambre..me los llevaré lejos de aquí ya que veo lo fáciles que son de engatusar.
-Me voy porque con esto a la espalda no puedo pasar desapercibido mucho tiempo con mis facultades.

Ambos cuchicheaban con las cabezas muy juntas mientras el demonio esperaba a Bal.

El chico cogió el maletín del demonio y fue en pos suyo echando una rápida ojeada atrás mientras el vampiro se disponía en breve a tener buena cuenta de aquellos dos. A penas los había reconodido del club, pero no tenía la mente tampoco para pensar en aquellas cosas.

-Kratos...-dijo el chico alargando un brazo hacia él, sujetándole por la ropa un momento-. Ven por aquí, saldremos antes sin que nos vean-le dijo haciéndole recorrer el aquel pasillo decorado con oscuras telas burdeos a lo largo y ancho en sentido contrario, llevándole hasta un cuarto de mantenimiento que siempre permanecía abierto aunque no todos lo sabían. El muchacho abrió la puerta, dejando ver el húmedo interior que no invitaba a entrar, y después de asegurarse de que ningún supervisor ni gorila vigilaba abrió una oxidada puerta metálica como otra de las salidas traseras utilizadas muchas veces en escabullidas.

Una vez fuera el chico se acercó a unos cubos de basura, sentándose en ellos y dejando que el aire fresco llenara y limpiara sus pulmones de aquel olor a sangre impregnado en las paredes, tan fuerte que solo de acordarse de él le dificultaba la respiración.

Elevó a penas un momento la vista hacia el demonio, apesadumbrado antes de dejarla caer de nuevo. Como avergonzado, quizás por aquel cuerpo magullado lleno de moratones, con el labio cortado y la sangre ya cuajada en su barbilla y en resumidas cuentas, todo su cuerpo doliéndole de forma insistente.

Kratos siguió a Bal por el pasillo, con el fardo abultado a su espalda, deseando llegar a su coche para dejar aquel cuerpo desmembrado en el maletero. Cuando al aire fresco del exterior lo recibió aspiró la noche hasta inflar por completo sus pulmones, después exhaló con lentitud, desprendiéndose en la medida de los posible de aquel hedor a sangre y muerte.

-Ahora vuelvo -Kratos se alejó hasta alcanzar su vehículo y escondió el saco a salvo en el maletero. Después volvió junto al chico- Bal, tienes muy mal aspecto..¿Por qué no me acompañas hasta mi casa y dejas que te cure esas heridas?

Cuando el demonio a penas desapareció unos minutos el chico siguió con la vista perdida en algun punto lejano del suelo, hasta que volvió y le habló. Entonces recapacitó y se dio cuenta de nuevo de su situación.

-Por favor-pidió el chico mirándole y tratando de mover interiormente las extremidades, notando como aquel dolor no había desaparecido. Había sucedido de verdad todo aquello aún a su pesar. Se movió a penas del cubo de basura y dolorido y casi dormirdo por todo el esfuerzo físico y mental que le había supuesto aquello, se aproximó al demonio no importándole si estaba molesto por algo-. Aunque dudo que mañana siga trabajando aquí si el dueño no tiene noticias de mi antes de que termine mi turno...

-Pues vamos.

El demonio le indicó el camino hacia el coche, aparcado en una callejuela lejos de las miradas de los curiosos. Mientras caminaban le dijo que no volviera jamás a ese empleo nauseabundo porque, aunque no estaba en contra de trabajar para ganarse la vida, ciertas labores no servian más que para destruírse uno mismo la dignidad.

Cuando llegaron al vehículo ordenó al cochero que los llevase de vuelta a la mansión, una vez allí dejaría al muchacho casi nuevo y lo único que precisaría sería reposo.

Así fue. Con sus manos expertas, Kratos curó todas las magulladuras del cuerpo de Bal, trató sus hematomas con un bálsamo natural que ayudarían a su recuperación y suturó el corte del labio de la manera más limpia posible.

-Bueno, ¡qué suerte tienes de que sea un cirujano tan experto! -exclamó contemplando al muchacho con una sonrisa- nadie lo hubiera mejor que yo.

Después de todo el rato que duraron las curas, tiempo en el que el muchacho permaneció callado, dejándose tratar por los remedios del demonio. Alzó a penas la vista, notando como lo más preocupante que era su brazo dejaba de dolerle con aquella intensidad.

-No es la primera vez que pasa-dijo finalmente tocándose en brazo, dejando caer después los hombros cansado-. Cuando se solicita la compañía de alguno de los trabajadores... es común que termine en una pelea o una paliza, y tenemos que soportarlo, claro, son clientes de dinero...

Bal se levantó un momento, notando como la adrenalina de todo aquel momento anterior se iba diluyendo dejándole el cuerpo pesado y entumecido.

-Pero... esta vez creo que fue demasiado, no pude soportarlo y... me cegué....-dijo alzando la vista, quizás algo avergonzado, receloso de sí mismo, tratando de encontrar alguna antítesis en los ojos azules de Kratos-. Yo sólo quería de dejase de pegarme... pero le he matado.

El demonio le contempló impasible como si diera igual que el muchacho hubiera cometido un asesinato. En realidad no le importaba lo más mínimo porque era un hombre que carecía muchas veces de escrúpulos y matar, para él, solía ser una diversión. Además de que en este caso había sido algo merecido y en defensa propia.

-¿Y qué? -Kratos se encogió de hombros y negó con la cabeza- lo has matado ¿y qué? ¡A cuántos seres habré matado yo!..¿Y ves que lo lamente?..-rió ligeramente, con los labios cerrados- lo que de verdad no me explico es como has aguantado todo ese tiempo dejando que rebajasen tu dignidad de esa manera..Chico...¡Eso sí que es un crimen! -golpeó la mesa de un manotazo sin dejar de mirarle- Pero..dime..¿Cómo lo has hecho? lo has dejado hecho un cristo...¿Eras consciente de todo mientras lo desmembrabas y quebrabas sus huesos?

El muchacho se quedó un instante callado, pensativo, con el ceño levemente fruncido, tratando de que aquellas imágenes fueran nítidas, o todo lo posible. Se sentó de nuevo y se rascó la sien con la mano sana.

-Lo recuerdo todo-sentenció finalmente mirándole con algo de gravedad-. Se que tardé mi tiempo en hacer todo eso pero en realidad lo recuerdo todo como si pasase en un sólo minuto. Recuerdo como me levanté del suelo después de darle un manotazo al brazo que venía de nuevo hacia mi... y después cargaba sobre él. Le rasgaba y le arrancaba la carne a tiras, pero no tengo conciencia de que en aquel momento tuviera garras o algo así... Ahora me parece horrible, pero todavía siento sin indignarme como en aquellos momentos estaba... disfrutando con lo que hacía-dijo suspirando pesadamente después, mirándole de forma cansada como si en parte se arrepintiera de lo que había hecho. Pero solo en parte...

Kratos lo escuchó en silencio. Al principio había pensado que, para hacer aquella carnicería, forzosamente debía estar transformado en aquella criatura pero después del testimonio de Bal ya no sabía qué pensar.

-Curioso...-murmuró meditabundo- espero que no sea fruto de mi mala influencia de demonio que ahora disfrutes desmenuzando carne humana...jajajaja -rió con su propio chiste y se encogió de hombros- pues no lo comprendo ¿Sabes? sin embargo...si tú mismo no sabes qué hiciste, me temo que me quedaré con la curiosidad..