Hogar de un demonio (Privado)

Baladaur había aprovechado todo aquel tiempo para explorar por su cuenta y de paso, al ver que estaba perdiendo el tiempo como se pierde en una visita turística sin nadie que te explique nada, decidió meterse en uno de los grandes baños. Era algo que estaba necesitando urgentemente y ya lo echaba de menos.

Como un niño chico se dedicó a abrir todos los armarios del baño, descubriendo toda la ropa de baño y pócimas de ducha que había guardadas allí, y como una criatura descubriendo nuevos tesoros se fue apoderando de lo que mejor le pareció, llevándoselo todo a una de las grandes bañeras. No se iría de allí sin provar todos aquellos geles mágicos, y como era tradición, se bañó con la ropa metida en el agua. Era una costumbre que había cogido desde pequeño, porque decía así mataba dos pájaros de un tiro

Después de 20 minutos frotándose salió de la bañera atándose la toalla a la cintura, y sólo después de un rato con las manos en la cintura mirando a la nada se dio cuenta del gran descubrimiento, y era que no tenía nada limpio y seco que ponerse. Con la toalla como único cobertor salió del baño de puntillas, asomando primero la cabeza y repitiendo la misma operación por todo el pasillo, tratando de encontrar a alguno de aquellos numerosos criados que estaba claro cuando se les necesitaba no estaban.

-William....-llamó a penas con un hilo de voz, tratando de no captar la atención de nadie mas que anduviese por allí y pudiera verle-. ¿John? Socorro....-masculló mirando atrás con nerviosismo, llevándose una mano a la toalla para impedir que cayese y recorriéndose otro pasillo buscando refugio.

Pero los criados William y John no estaban por la labor. Creyendo que su amo estaba cuidando de su invitado se habían retirado a la cocina para hablar y, como era natural en una mansión esa embergadura, no escucharon nada. En su lugar salió al encuentro del chico un perro.

Un gran dobermann le bloqueó el paso en el pasillo, su pelaje negro y corto relucía a la luz y sus orejas se hallaban alzadas, estaba alerta. Husmeó el aire para comprobar si aquel sujeto le era familiar pero al no lograr reconocerlo se comportó como el buen guardián que era. Encogió los belfos y enseñó lo dientes a la vez que comenzaba a emitir un gruñido gutural y que se convirtió segundos después en un ladrido ensordecedor. El can lanzaba dentelladas al aire, seguro de sí mismo y de su capacidad para despedazar a su presa si ésta osaba moverse un ápice.

Kratos, que salía de la habitación de los corredores, aguzó el oído pues le había parecido escuchar el ladrido de uno de sus perros. Se apresuró a ir a su encuentro, pensando qué infiernos hacía el animal dentro de su casa. Recorrió pasillos y dobló esquinas hasta que atisbó a su perro.

-¡Barón! -exclamó acercándose a él. El animal movió el poco rabo que tenía y echó las orejas hacia atrás en gesto de sumisión- ¿Qué ocurre que andas dentro de casa eh? -Barón ladró de nuevo y Kratos dirigió la vista al pasillo, encontrando a Bal- Ahh...comprendo..Sólo hacías tu trabajo, bien hecho..

El demonio palmeó la cabeza del can con energía y se acercó al chico, lo observó con detenimiento, comprendiendo al instante que ya se había apropiado de uno de sus baños, de una toalla y probablemente hubiera toqueteado todo lo que hubiera habido a su alcanze.

-Bonita toalla...tiene pinta de no poder sostenerse mucho -comentó señalándola- ten cuidado...puede carse...

El chico se sujetó la toalla con una mano, agarrándola por los dos extremos ceñida al rededor de la cintura y miró al demonio a través del flequillo aún mojado.

-La verdad es que paso más trabajo manteniéndola en su sitio que evitando que me ecuentren por los pasillos-comentó dando a entender que ese cometido ya había sido un fracaso-. Por casualidad.... no tendrás nada por ahi que pueda ponerme... Mi ropa está toda empapada en el fondo de tu bañera...

-¿Te has bañado con la ropa puesta? ¿Pero de dónde sacas esas ideas de bombero, criatura?..

Con un gesto de su mano le indicó que le siguiera. ¿Qué podía prestarle?..Sus prendas eran demasiado grandes para él, dudaba que algo así pudiera resultarle cómodo en algún aspecto. Entonces recordó que conservaba ropa que había comprado para su última conquista, calculaba que más o menos eran de cuerpo similar, luego la talla encajaría.

-Por aquí..-entró en un cuarto a oscuras, el perro le seguía los talones. Dio la luz, dejando al descubierto una habitación grande y lujosa. El demonio abrió de par en par el armario, señaló su interior y le dijo a Bal que escogiera lo que gustase- Sospecho que esto te irá bien, parece ser de tu talla...Además, es todo de una excelente calidad, las mejores marcas de la ciudad -aseguró con una sonrisa acercándose a él, le acarició el hombro desnudo con la punta de sus dedos- Vamos, pruébate algo..

El chico le siguió hasta el cuarto, y observó aquella ropa notando como por un momento a penas Kratos le acariciaba tenuemente.

-No me bañé con ella puesta-replicó el chico anudándose ya con algo de insistencia la toalla y acercándose a aquella ropa-. La lavo a parte... pero en mi bañera, y despues la pongo a secar y eso...-comentó mientras cogía una prenda, alzándola en el aire y observándola bien-. No es para nada mi estilo...-comentó poniéndose una camiseta y palpándose después-. Pero creo que aun asi no podría agradecerte todo lo que has hecho hoy-le dijo finalmente mirándole con una suave sonrisa.

Cogió un par de cosas más, ropa interior y algo que le quedara especialmente holgado, y se apartó un poco temeroso de su todavía desnudez para terminar de vestirse sin que le viera.

-¿De quién son estas cosas?-preguntó antes de salir de su escondite de un salto, con los brazos abiertos emulando la aparición de un héroe antes de acercarse al demonio y mirarle un momento-. No me creo que sean cosas de tus criados...-comentó alargando un dedo hacia su cara, tocándole la nariz con él, suponiéndose quizás de donde habían salido-. Confiesa....

El demonio permanecía sentado en la cama, con los brazos cruzados sobre el pecho, esperando a que Bal se colocase las ropas y cuando salió al fin tuvo que reconocer que, en efecto, no era su estilo pero para su gusto no le quedaban nada mal.

-Por supuesto que no son de mis criados..-comentó con una mueca- demasiado exquisitos estos ropajes para esas sabandijas..No, lo cierto es que las compré para un amigo. Pasó unos días aquí, en mi casa y ya sabes cómo me gusta proceder con mis invitados..-sonrió- sin embargo se marchó hace poco y olvidó..estos regalos...Que buena fortuna que sean de tu talla..

No obstante, la realidad de aquellas palabras era que se había cansado del chico que había sido su amante durante un tiempo. Kratos se encaprichó, comprobó que sus poderes eran tan efectivos como siempre y cuando llegó a detestar su presencia lo echó de su casa sin contemplaciones.

-Entiendo...-comentó dándose por satisfecho con aquella explicación aunque por otra parte podía bislumbrar algún que otro mensaje oculto. No le dio mayor importancia.

-Está a punto de amanecer-dijo el chico acercándose a una de las ventanas. Todo estaba muy oscuro aún pero podía notar el frescor de la mañana-. Y como yo ya estoy cenado y bañado... me voy a dormir-anunció alegremente girándose de nuevo hacia el demonio-. Ya tengo una cama, se la pedí a uno de los criados nada más llegar, así que... no molesto más. En cuanto caiga el sol de nuevo me iré a trabajar, ¿vale?

El demonio consintió, asintiendo con la cabeza mientras se acercaba a Bal. Le dijo que si necesitaba algo no dudara en avisar a los criados, aunque sólo fuera para demandar un vaso de agua. Para eso están había comentado entre risas.

-Entonces te dejo marchar...no obstante..-lo tomó con suavidad por la barbilla y le alzó el rostro para mirarle-..no le negarás a este viejo demonio..un beso de, en este caso, buenos días..-sonrió como si aquel chiste tuviera mucha gracia y luego continuó atravesándole con la profundidad de su mirada azul- ¿Verdad que no?...

El muchacho le miró un momento con algo de sorpresa aunque no del todo impresionado. Sus ojos azules fulguraban, y eran bastante atrayentes para el chico, aunque su primera sensación era la de una curiosidad insaciable.

-Si solo es de buenas noches...-comentó llevando sus propias manos al rostro del demonio. Tiró de él con suavidad para aproximárselo y con rapidez le dejó un beso fugaz en la mejilla, separándose de él después de un paso y tropezándose con una de las patas de la cama. Soltó un quejido que enmudeció con algún tipo de insulto sin terminar de pronunciar en la garganta y sacudió una mano despidiéndose del demonio antes de salir corriendo del cuarto, evitando más contacto visual con el mayor por si acaso, para ir en busca de alguno de aquellos dos criados.

-Que beso tan casto, criatura..-comentó Kratos decepcionado ante aquel beso, que apenas había durado un suspiro, en su mejilla.

Cuando lo vio tropezar entreabrió los labios para decirle algo pero Bal ya había salido a la carrera por la puerta. El demonio suspiró y se encogió de hombros. ¿Debía ir a dormir también?..Estaba amaneciendo y él no era el tipo de hombre que malgastaba las horas diurnas en menudencias como regalarse al lecho sin un propósito concreto. ¿Qué haría en situaciones corrientes?..Probablemente trabajaría en el sótano con sus criaturas, leería algún que otro par de libros o saldría en busca de mercancía fresca con la que trabajar, pero era tan temprano..

Disponer de toda la eternidad resultaba tedioso muchas veces, como aquella porque se encontraba solo y sin nada que hacer. Salió del cuarto y deambuló un rato por los pasillos de su mansión, recordando otros tiempos, otra época en la que su corazón, extrañamente, se hallaba pleno en sentires. ¿Echaba de menos aquellos días? La respuesta era sí, le había costado muchos años admitirlo.

En su pasear comprobó como el día se alzaba tras los ventanales acristalados y como su casa empezaba a cobrar vida. Los criados se habían levantado y corrían de aquí para allá, limpiando cada recoveco, preparando desayunos y arreglando las alcobas.

-Buenos días tenga usted, señor -saludó una mujer menuda y bonita- ¿Desea su desayuno?
-Buenos días Rosamund -correspondió el demonio con amabilidad. Había entrado en las cocinas aunque pocas veces se dejaba caer por allí- Pues sí, sírvemelo en mi habitación. Voy a tomarlo allí..
-Enseguida -después de una reverencia formal la sirvienta comenzó a trastear entre los fogones.
-Trae para dos, vas a quedarte conmigo. Necesito compañía -sin decir nada más, el demonio se retiró.
-S-sí..se-señor..-Rosamund, como la mujer que era, no pudo evitar que sus mejillas se sonrojasen. Nunca antes había sido invitada por su señor a nada, aunque siempre había sido tratada con mucha amabilidad, y ahora iba a tomar el desayuno con él, en su habitación. Tenía motivos para estar dichosa así que se esmeró todo lo que pudo en preparar la comida más deliciosa que sus manos podían hacer.

Sin querer el muchacho se iba internando más y más en aquella casa. Se iba palpando el cuerpo, no acostumbrado a aquel tipo de ropa, fueran del tipo del que fueran, mientras tenía la mente en todas partes menos en encontrar su habitación o a alguno de los criados que le mostrase el camino.

Después de un buen trecho caminando por los pasillos se dio cuenta de que se había perdido de nuevo. No podía comprender como una casa, por muy grande y laberíntica que fuera, podía desorientarle de tal forma. Después de comprovar que estaba solo en aquella parte de la mansión, notándola también algo más fría y apagada que el resto de estancias en las que había estado, empujó varias puertas y atravesó un par de grandes salones antes de decidir que no quería caminar más. Dar la vuelta sería perderse más aún, y se le haría tarde para tratar de descansar lo que fuera antes de meterse en aquel agujero que era el local en el que trabajaba.

Echó un rápido vistazo a su alrededor y comprobó que las altas estanterías estabar ribeteadas por columnas. No se fijó en la decoración, si no en un suave rodapie casi pegado al techo que escondía una grieta en la pared, oculta para cualquiera que no se fijara, claro que él era único encontrando escondrijos.

Sin más, mirando una última vez a su alrededor, se encaramó con asombrosa facilidad a la columna para comenzar a trepar por ella silenciosamente, con rapidez, para apoyarse en el rodapie y comprovar que efectivamente aquella grieta a lo largo de las cuatro paredes era lo suficientemente ancha y alta para colar su cuerpo. No se lo pensó más. Con una sonrisa de satisfación casi impropia de un ser humano se escurrió dentro del agujero y se pegó contra el fondo, notando como quedaba casi encajado y al amparo de cualquiera que pudiera descubrirle. Respiró a penas con suavidad y cerró los ojos, durmiéndose rápidamente en aquella improvisada madriguera.

La alcoba del demonio era la más amplia y lujosa de toda la casa. Cortinas exquisitas adornaban unos grandes ventanales acristalados que daban al jardín, cuadros y tapices pendían de las paredes y la cama, con un dosel espectacular de telas traslúcidas, se componía de sábanas de seda y de cojines con fínos encajes. Disponía de una chimenea que solía utilizar en invierno, amparándose en su calor; un sofá, estanterías llenas de libros y una mesa donde ahora descansaba el desayuno: tostadas con aceite y jamón, café con leche y bollos dulces.

-¿Y qué se cuece por vuestro mundo, Rosamund? Supongo que entre vosotros los sirvientes..comentaréis algunas cosas..-Kratos dio un mordisco a su pan y contempló a su criada. Quién le iba a decir a él que llegaría el día que buscaría aplacar la soledad con una simple empleada como aquella.
-Pues señor...nada especial...John habla de cosas...sobre usted y..
-Entiendo...ese ser infecto, ese pazguato deslenguado...Dime, Rosamund..¿Deberíamos hacer algo con él, verdad?..Me ha perdido algo de respeto y de temor, no puedo consentirlo..

Durante toda la mañana estuvieron hablando de trivialidades hasta que el demonio se cansó y salió de la habitación, ordenándole previamente a la criada que lo dejara todo limpio y cristalino. Sin nadamás que hacer se retiró a su despacho, al menos mantendría su mente ocupada en algo productivo.

Mientras dormía Baladaur había hecho un fugaz viaje por un mundo irreconocible lleno de azufre y sombras, pero eran sueños que le relajaban en realidad y que nunda despierto recordaba, ni si quiera le quedaba un regusto de lo que fuera para poder decir que tuvo un sueño placentero o desagradable.

A penas había abierto los ojos, cómodo como estaba en aquel extraño cubil, dejó caer un brazo descolgándolo sobre la columna que adornaba aquella pared para sujetarse a ella mientras seguía dormitando, emitiendo extraños murmullos sin darse cuenta de que la noche estaba a punto de llegar. Sin terminar de dormirse de nuevo, permaneció con un pie en aquel mundo y el otro en el de los sueños para tratar de obligarse de salir de aquel letargo.

Kratos había estado todo el tiempo enfrascado en la lectura de un manuscrito antiquísimo. Ajeno a todo, ajeno al mundo se hallaba ausente entre las palabras, tan perdido que no se dio cuenta de que no estaba solo hasta que su fino oído de demonio percibió lo que le parecieron murmullos. Dejó la lectura a un lado y examinó la estancia con cautela, tenía la entrada prohibida a toda persona que viviera en su casa pero alguien lo había desobedecido e impunemente había irrumpido en terreno vedado.

-¿Quién...?..-alzó la vista, ampliando sus horizontes hasta que descubrió al culpable encaramado encima de las columnas y entonces se tranquilizó. En aquellos momentos, en su mansión, sólo había alguien con esa habilidad y gustos: Bal.

Resopló y anduvo con rapidez hacia una portezuela de madera. Comprobó que seguía tan sellada como él la había dejado la noche anterior y suspiró de alivio. El umbral a sus secretos más umbríos había estado a manos de un curioso nato pero por fortuna, todo estaba a salvo.

-¡Baladaur, despierta! ¡Despierta chico que va a anochecer! -gritó con su voz poderosa.

El chico abrió los ojos sobresaltado, pero aún con la mente en otra parte, y tan sólo pudo farfullar con apuro la palabra "noche" para tratar de levantarse de prisa y darse un golpe en la frente contra la escayola del techo que resonó por todo el cuarto.

-¡¡Aahh!!-el muchacho se llevó las manos a la cabeza y tratando de bajarse de la cama rodó por la grieta dándose cuenta demasiado tarde de lo lejos que quedaba el suelo. A penas un golpe seco dejó la marca de su aparente frágil cuerpo estampándose contra las losas, de espaldas, sin embargo no pareció hacerse demasiado daño, tratando de reponerse de un posible ataque repentino se retorció sobre sí mismo, como un lagarto, saltando del suelo como si quemara para pegarse a la columna y tratar de ver algo con claridad a su alrededor, pero al ver tan solo a Kratos allí le quitó importancia al asunto para llevarse de nuevo la mano a la frente, frotándola dolorida sin saber que una fina brecha se había abierto en ella.

-Si cuando digo que tienes ideas de bombero..por algo será, criatura..

El demonio se acercó a él, percatándose enseguida de la herida que había nacido en su frente, como no podía ser de otra manera pues la altura era considerable para salir ileso y adormilado aun en su situación.

-Anda ven aquí..-dijo, tomándole del brazo para acercarlo a una mesilla pequeña. Encima tenía un maletín de piel de color negro y dentro sus instrumentos médicos- ¿Por qué estabas durmiendo aquí?..es mi estancia privada..-comentó a la vez que sacaba una gasa, la empapaba en antiséptico y la colocaba sobre la brecha, haciendo presión con su mano- es decir, prohibida la entrada a todo aquel ajeno a mis deseos...Claro que tú, no podías saber eso..y la puerta estaba abierta..no obstante ¿Nunca te han enseñado a no curiosear en casa ajena?..

El muchacho simplemente puso mala cara al ver aquel maletín y todos los artilugios de cura que había dentro, pero no dijo nada al respecto. La medicina y todo y todos los que la rodeaban nunca le habían causado buena impresión.

-No estaba curioseando-se defendió el chico dejando que le curara-. Me perdí buscando mi habitación, y como tampoco encontré a nadie pues...-dijo señalando con un dedo a aquel agujero escondido, que ni si quiera podía verse desde allí pues la decoración lo tapaba, pero que él lo había olido, si era posible-. Dejé de buscar y me metí ahí, pero he dormido como nunca, ¿sabes?-declaró asintiendo con la cabeza muy convencido de aquello-. Pero no te he tocado nada, si es lo que te preocupa... Tengo el don de no tocar lo que no debo, mirarlo... es otra cosa...

-Es lo que me preocupaba, sí..-asintió y terminó de curar la herida con la eficiencia que lo caracterizaba.

Recogió sus enseres y volvió a guardarlos dentro del maletín. Después se quedó contemplando al chico, comprobando el gran trabajo que había hecho en su frente que, aunque sencillo, había quedado perfecto y limpio. Se felicitó interiormente.

-Bueno, supongo..que debes irte..¿Quieres comer algo antes? -preguntó con amabilidad- después, puedo llevarte al agujero ese en el que trabajas si quieres..

El muchacho se quedo un momento pensativo, mirándole. Durante aquel breve instante su mundo se detuvo, dejándole pensar con tranquilidad, dejando que sus músculos se relajasen para que su mente trabajase adecuadamente.

-¿Y después?-se le ocurrió preguntar, pero parpadeó un momento retractándose de sus propias palabras y encogió un hombro. No podía haberse visto durante a penas dos segundos con la partida perdida de una forma tan absurda-. Cenaré allí, no te preocupes. Pero si me llevas sería de agradecer-comentó el chico sonriendo ampliamente, notando como el golpe en su frente por haberse golpeado con el yeso del techo dolía más que batir con su espalda en el suelo. A penas había notado nada y todo estaba desapareciendo, si, gracias a las manos de aquel médico.

El demonio lo miró con reprobación, comentando la osadía de preferir llevarse a la boca los alimentos que servían en ese antro, seguramente caducados y faltos de todo gusto, antes que sus exquisitos manjares y dulces.

-Pero bueno, como quieras...es tu salud y tu paladar quienes van a sufrir esto -proclamó con vehemencia y le indicó que lo siguiera fuera de la habitación. Llamó a uno de sus criados y le ordenó que preparase el coche porque iban a salir- y después puedes volver si quieres -ladeó la cabeza para mirarle con una sonrisa- si te ha gustado la estancia, el lujo y mis atenciones personales..vuelve. Incluso..puedo ir a recogerte ¡pero que complaciente me he vuelto! ¿Estaré enfermo...?

El chico después de escucharle sonrió ampliamente sin decir nada durante un momento.

-Tengo que volver de todas formas para traerte la ropa-le dijo cogiéndose la camisa y estirándola un poco-. En el club me pondré el uniforme y... Bueno, tengo tu targeta, siempre puedo volver andando por un camino nuevo y fingir que llego por primera vez a tu casa-comentó con una sonrisa soñadora mientras recordaba el primer momento en el que había sido impactado por lo enorme de aquel castillo-. No me importa andar, y las cosas son mucho mejores cuando son misteriosas, ¿no te parece?

-Como quieras chico, como quieras...-se encogió de hombros, pensando en que la vida poco misterio encerraba ya para alguien como él.

Salieron al jardín y le indicó que montara en el coche. Por supuesto, el chófer conduciría hasta la ciudad pues Kratos pocas veces utilizaba vehículo alguno por sí mismo.

-Entonces confío en tu buen hacer -comentó mientras contemplaba el paisaje cambiante tras la ventanilla del coche- y que vuelvas..-le observó de reojo antes de añadir- a devolverme la ropa claro, ya sabes...

Mientras se acomodaba rápidamente al cómodo asiento del coche el muchacho sonrió una vez más antes de apoyar la espalda atrás, notando que era incluso más reconfortante que cualquier sofá de casa.

-Te asombraría la forma que tiene a veces la vida de ponerte cosas sorprendentes delante de la cara para confundirte-comentó el muchacho dejando descansar las manos en el regazo-. Claro que si no tienes muchas ganas de dejarte sorprender es difícil que ocurra algo así... ¡Pero no te enfades, eh! Lo digo con... con todo el cariño del mundo, y eso...-comentó llevándose una mano a la cabeza y rascándola con suavidad-. Si vas a esforzarte conmigo... entonces me esforzaré yo también en demostrarte que todabía queda misterio... ¿vale?

El demonio, que seguía con la vista perdida en un exterior que había cambiado su paisaje para ofrecer las callejas frías de la ciudad, se volvió con una expresión de incredulidad pintada en el rostro. Tenía ambas cejas alzadas y lo escrutaba con su mirada azúlea.

-Criatura..eso sí que va a ser un reto para ti -comentó en un susurro- pero de acuerdo, trato echo -le tomó la mano y la estrechó entre la suya, sellando así un pacto entre hombres- aunque no veo cómo lo vas a hacer...¿Cómo lo harás?..Lo pienso y no se me ocurre ¿Qué clase de ingenio usarás? ¿Qué clase de sorpresa? nadie ha logrado hacerlo en mucho tiempo...-mientras rumiaba en esas pesquisas, de repente cambió la expresión de su rostro y miró al chico como si fuera algo extraño- ¡Qué treta más maquiavélica la tuya!..¡has formado un misterio para mí en apenas unos segundos!..sabía que eras un ser cruel..-murmuró para sí, dramatizando la escena como solía hacer cuando algo lo sorprendía de verdad- me tendrás pensando hasta la eternidad como no lo vea pronto..

Y mientras Kratos meditaba sobre aquello, el coche llegó a su destino. El chófer aparcó delante de la entrada del club el flamante vehículo negro y todo el que rondaba por allí se giró para contemplar aquella maravilla del lujo y la mecánica.

El muchacho no dijo nada, no podía, de hecho. Kratos se valía de él sólo para ponerle principio y nudo a aquella improvisada historia que duró lo que el coche tardó en llegar a la calle en la que estaba su club.

-Entonces será mejor que te deje pensar-comentó finalmente volviéndose hacia él. Sería una noche dura, lo presentía-. Pero ten en cuenta también que hay muchas cosas a las que no se puede exponer a ningún estudio, ¿nunca te ha ocurrido que perdías el tiempo dándole vueltas a un asunto en concreto? Dudo que solo me pase a mi....

El chico miró por la ventanilla. La gente aún estaba llegando pero debía ponerse manos a la obra en cuanto antes.

-¿Tienes un número de teléfono al que te pueda llamar por si acaso?-le preguntó volviéndose de nuevo hacia él antes de salir.