Hogar de un demonio (Privado)

El muchacho le miró un momento. Entonces después de todo aquello recordó su tono de voz cuando le habló a través del teléfono, y su aspecto cuando llegó a la habitación. ¿Podría estar enfadado por algo en aquellos momentos? ¿Ahora quizás también?

Despacio se acercó a él, sentándose a su lado y se refugió unos instantes en el pecho del mayor, rodeándole el tronco con un brazo y apoyando el otro en uno de sus costados para no forzarlo.

-Gracias por sacarme de ahí-murmuró sin apartar la cara de sus ropas, cerrando los ojos-. No volveré mañana, ni nunca, quizás.

El demonio rodeó los hombros del muchacho con su brazo meditando en los sucesos acaecidos aquella noche. En su decepción sobre el hecho recién descubierto de que aquel chico no necesitaba su protección y eso no le gustaba. Era diferente a todo, podía matar sin inmutarse, podía cuidar de sí mismo y defenderse si le hacía falta. No necesitaba su ayuda más que para deshacerse de un vulgar cádaver, hecho que le recordó que aún seguía en el maletero de su coche y que debía sacarlo antes de que fuera demasiado tarde.

-De nada -dijo retirando el brazo de alrededor de Bal. Lo recostó sobre el respaldo del sofá- No tienes por qué volver. Si quieres un trabajo yo puedo conseguirte uno mucho mejor que ese. Tengo muchos contactos.

Cuando retiró el brazo de su espalda notó un ligero frío que le recorrió la columna, y después se apartó el también mirándole.

-No quiero un trabajo nuevo-dijo con la vista un momento perdida. El piso en el que vivía en el centro a penas había sido habierta en las últimas semanas, y desde que frecuentaba la casa de aquel demonio se había incluso olvidado de que ya tenía una-. Sólo trabajaba para pagarme ese piso, pero no me voy a quedar en él tampoco...-murmuró llevándose una mano a la cabeza, rascándola con suavidad con el ceño levemente fruncido. Ya no podía creer que su vida pudiera continuar del mismo modo, de hecho, la trayectoria que había estado siguiendo desde siempre nunca le había agradado, hasta el punto de sentir incluso un dolor extraño e inclasificable que le impedía sentirse satisfecho con nada hasta que no hacía aquellas cosas extrañas que podían confundirle con una alimaña pequeña y viscosa de la noche.

-¡Ah! ¡inteligente resolución! -proclamó el demonio al tiempo que se levantaba de su asiento- Y tenga la bondad usted, caballero, de decirme de qué piensa vivir..¿Del aire tal vez? ¿O de mi generosidad?...¿Piensa usted quedarse en mi casa por los siglos de los siglos?..¿Piensa comer de mi comida, beber de mi agua y dormir entre las sábanas de mi hogar?..

El demonio paseaba por la habitación, nervioso y grandes zancadas y mientras parloteaba uno podía darse cuenta como su ira iba en aumento. Hasta que pensó que debía controlarla. Después de todo no podía echarle la culpa al chico pues no la tenía. Era su propio problema haber vivido siempre de una sola forma. Por eso se excusó y se serenó.

-Disculpa pero debo ausentarse un tiempo..-dijo esbozando una mera sonrisa de cortesía- Un cadáver me espera en el maletero de mi coche y alguien debe ocuparse de él ¿No te parece?...Puedes...quedarte aquí o...en fin, haz lo que quieras.

Cuando salió de la estancia había logrado recuperar su compostura habitual. Iría a buscar el cuerpo desmembrado y bajaría a las sombras para alimentar a sus criaturas, así las pruebas de aquel crimen desaparecerían para siempre entre sus dientes afilados.

El joven evitó abrir la boca. Tan solo le observó mientras iba de un lado a otro y como después se iba del cuarto. No terminaba de saber sin embargo qué era lo que le podía ocurrir, aunque alguna que otra idea brotaba en su cabeza, de forma tan tenue en cambio que no podía fiarse de ellas para nada.

Ahora sólo podía pensar en lo ocurrido aquella noche. Poco a poco, entre aquellas paredes, podía notar como la tensión iba disminuyendo, y podía pensar con mayor claridad. Fue entonces cuando comenzó a sopesar las posibilidades que tenía en aquellos momentos, y qué podría hacer a partir de ese momento. ¿Vivir del aire? No le parecía tan descabellado.

Se levantó con suavidad, haciendo crujir a propósito los huesos de su cuerpo, notando como ya no se resentían tanto y le resultaba más fácil moverse. Se quedó en medio del cuarto parado un momento, escuchando el silencio de al rededor, y cuando este fue absoluto se sentó en medio del suelo para tratar de hacer algo con su cuerpo.
Si bien no recordaba haberse transformado en nada al atacar a aquel hombre, si sabía que en ciertas circunstancias su cuerpo cambiaba, y ahora que podía ponerle un nombre a aquello no le quedaba más remedio que tragárselo y tratar de aprender a controlarlo de algún modo.

Se miró las manos unos instantes, sin saber cómo empezar si quiera. Trató de comprender que era en situaciones en las que se sentía en peligro cuando aquella extraña sensación sobre su piel se marcaba más. Sus recuerdos se centraron entonces en todas aquellas situaciones que había vivido, aunque la más intensa que acaparaba toda su atención era la que había vivido hacía apenas un par de horas antes. Cerró los ojos, y sin quererlo, se sumió lentamente en un estado de hibernación en el que su cuerpo se enfrió mientras indagaba en todos aquellos pensamientos.

El demonio había sacado el saco negruzco del maletero y cargado con él hasta las entrañas de la tierra. Había sacado los trozos de carne del interior y los había lanzado para que sus criaturas se peleasen como animales por aquella carroña. Los observaba sintiéndose amo de todo aquello y de aquellos que se alimentaban a sus pies. Ah..esa sensación, ese sentir de superioridad absoluta era demasiado agradable. Se deleitó todo lo que pudo aun cuando las criaturas ya habían terminado y bamboleaban su cuerpo de un lado a otro, adorando a aquel hombre de expresión severa.

Sin embargo se cansó y subió de nuevo al mundo humano. Por los pasillos el sirviente John le detuvo.

-Señor, tiene una llamada..
-¿Una llamada? Está bien..

Caminó hacia su despacho y al atender el teléfono advirtió que era el vampiro. Le explicó que todo en el club había salido tal y como estaba previsto. Toda la sangre eliminada, todas las pruebas eliminadas e incluso aquellos dos muchachos habían pasado a un mejor estado espiritual, porque así llamaba él a los asesinatos que cometía.

-Bien. Adiós.

Cuando colgó y mientras volvía de nuevo al cuarto donde había dejado a Bal meditó acerca de lo que debía decirle si acaso le preguntaba cualquier cosa. Su comportamiento no había sido ejemplar de modo que todo era posible pero al abrir la puerta y encontrarle sumido en una especie de sopor. Entró sin mediar palabra y se quedó de pie, a un lado. Esperando algún el devenir de algún suceso..

Sin darse cuenta de que su cuerpo cada vez estaba más frío, como el de un reptil adormilado entre piedras. A sus espaldas se había removido el aire, pero tampoco le pudo prestar atención a aquello, ni supo que Kratos había entrado en el cuarto.

Su torso aún desnudo, con las curas del demonio pegadas a su piel, había comenzado a teñirse de un extraño color ceniciento que detonaba enfermadad, más que nada, en cualquier ser humano. Desde el comienzo de su nuca, bajo aquella fina melena que caía sobre sus hombros, una fina capa grisácea y brillante, casi de aspecto metálico, comenzaba a apoderarse de su tierna piel de adolescente. Y mientras las escaman rompían la carne sin causarle dolor, pero sí haciéndole sangrar, mientras su cuerpo se iba endureciendo, tomando una extraña forma animal y adquiriendo una resistencia impropia de un muchacho de su constitución, por dentro se iba consumiendo momentáneamente con todos aquellos pensamientos de terror interno que se iban apoderando de él, haciéndole temblar y dejando su parte humana a cambio de convertirle en una criatura ruin, fuerte y escurridiza.

El demonio lo observó con detenimiento. Estaba asisiendo a la transformación que tanta curiosidad le había causado. Había querido estudiarla y saber si convertirse en aquel monstruo implicaba perder durante aquel período de tiempo la condición humana, tal y como parecía haber sucedido en el club.

Pero si aquello era así debía ponerse en guardía y despertar sus sentidos pues aquella criatura no le reconocería y tal vez fuera capaz de atacarle. . Por ello siguió donde estaba, más vigilante que nunca.

Aquel estado a penas le duró unos instantes más. Al cabo de un par de minutos el continuo goteo de visiones desagradables pudo con el y, con total facilidad, como si se pudiera despertar de una pesadilla cuando quería, abrió los ojos y respiró con normalidad, haciendo que aquellas escamas se plegaran silenciosamente como un espectro sobre su piel, desapareciendo bajo ella y cerrándose las heridas casi al momento.

-Sería abusar de tu generosidad-dijo levantándose y dándose la vuelta, cayendo en la cuenta de que había regresado-. No voy a quedarme aquí a vivir, no tienes que preocuparte por eso...-le dijo como si nada hubiera pasado, o más bien como si no lo recordara. Se llevó una mano al brazo malherido, frotándolo-. Ya se donde puedo quedarme-concluyó sonriendo levemente.

Kratos casi se sintió decepcionado al comprobar que no ocurría nada de lo que había pensado con lo cual su idea de estudiar aquel estado se desvanecia en un suspiro. Se acercó a él y le habló con tranquilidad.

-¿Ah si?...¿Y dónde vas a quedarte? -preguntó con cierta indiferencia pues no quería denotar que en realidad le preocupaba.

El chico asintió.

-En el cementerio-dijo completamente convencido. Seguramente era una idea que no compartía el mayor peroa él le parecía simplemente perfecta-. No necesito demasiados lujos para vivir, ni si quiera los entiendo... Duermo una vez cada dos semanas... y ni si quiera me gustan los colchones...-explicó señalando a su alrededor-. Los agujeros están bien. Allí me siento protegido.

El demonio frunció el ceño, ofendido ante aquellas palabras. En realidad, hubiese puesto su hogar a disposición del muchacho si él lo hubiera querido así pero saber que prefería un lugar sombrío como aquel antes que su mansión ..

-Eso, muy bien. ¡Conviértete en un animal!..¿De qué te vas a alimentar?..¿De las alimañas de la tierra? ¡Terminarás por convertirte en un salvaje! -espetó con reprobación- ¿Prefieres todo eso...antes que mi casa?

El muchacho asintió de nuevo pero después ladeó la cabeza un poco, mirándole y dejando caer el brazo al lado del cuerpo, dándose unos golpecitos suaves en el muslo con el dorso de la mano.

-¿Es que quieres que me quede contigo?-le preguntó encogiendo un hombro y observando sus fríos ojos azules. No habría podido pedirlo él mismo, pero aquella oportunidad era demasiado llamativa como para ignorarla.

El demonio se encogió de hombros. No estaba acostumbrado a rogar a nadie ni a perder su orgullo por nadie. Hacía tanto tiempo que esto era así que, podía decirse, había olvidado como hacerlo.

-Bueno...es una ...casa grande y podrías..-volvió a encogerse de hombros- soy un hombre hospitalario con mis...amigos y tú no tienes donde ir y seguir siendo un ser humano..Criatura, si vives como un animal..en eso te convertirás con el tiempo..

Baladaur dio un par de pasos hacia él, volviendo a mirarle de nuevo a los ojos con la frente levemente arrugada.

-No quiero que me acojas por lástima-le dijo sopesando aquella posibilidad, tratando no entretenerse demasiado en ella-. Estoy cómodo ahí fuera, no haciendo nada que no pertenezca a mi especie, pero... También estoy cómodo contigo. Si estás dispuesto a que te de algún que otro problema de vez en cuando...-comentó encogiéndose de hombros, bajando después la vista hacia un lateral con una leve sonrisa-. Puedo quedarme... algún tiempo, si me dejas.

-No es por lástima. Ya sabes que yo...no tengo ese sentimiento dentro de mí -proclamó muy convencido de que aquello era así- quédate el tiempo que quieras...Aunque, si vas a vivir aquí, no deberá sorprenderte toda la gente extraña que viene a verme. Mis amigos suelen venir a menudo...

Kratos estaba lo suficientemente cerca del chico como para poder posar la mano en su cabello.

-Y..otra cosa que debes saber es que te prohibo que te acerques a la puerta que hay en mi despacho. No quiero que entres por ahí...En lo referente a lo demás, haz lo que quieras. Me da igual..

-Si haces eso por mi... ter aseguro que no te darás cuenta de que estoy en esta casa. No tendrás que preocuparte por mi-aseguró con solemnidad asintiendo con la cabeza.

Sin saber muy bien qué hacer en aquellos momentos, se mantuvo en un para él incómodo silencio estático, antes de mirarle de nuevo.

-¿Puedo irme a dormir ya? La verdad es que no puedo con el alma...

-Puedes...-respondió con una sonrisa. Parecía contento y animado ante aquella perspectiva de compartir su hogar- incluso puedes escoger el lugar que más te guste..

Le acarició el cabello, sin borrar la sonrisa y luego se apartó, dándole a entender que podía irse a buscar y hacer lo que quisiera.

El muchacho se dejó acariciar de aquella forma tan anestesiante. Estaba seguro que el demonio no lo hacía a propósito, pero resultaba del todo enternecedor. Le miró un momento en silencio y parpadeó a penas.

-La última vez que me dejaste buscar una cama por mi cuenta dormí en el techo de tu despacho, ¿recuerdas?-le dijo sonriendo con suavidad, olvidando durante aquel momento sus heridas para centrarse en él-. Ni si quiera recuerdo haber encontrado a ninguno de tus sirvientes para que me orientara.

El demonio tuvo que admitir que aquello era cierto. Como buen anfitrión debía buscarle la mejor habitación de la casa.

-Es cierto, entonces...no tendrás más remedio que acompañarme -comentó con animosidad. Seguía con ese tono alegre y despreocuado aun cuando lo agarró de la mano para conducirle fuera de la habitación- Te llevaré a la segunda mejor alcoba porque, como habrás supuesto dada tu perspicacia..es que la mejor es la mía.

Abrió una puerta, mostrándole la que, de ahora en adelante, sería su habitación. Se encontraba en el mismo pasillo y en la misma planta que la suya propia.

-De esta forma..si tienes miedo puedes ir a buscarme a mi cuarto...jajaja.

El muchacho echó un vistazo al interior. Era muchisimo más de lo que podría necesitar, más incluso de lo que podría esperar de aquella mansión si aquello era posible, pero estaba claro que una casa como aquella podría dar mucho de si.

-Miedo... no se. Quizás si no puedo dormir vaya a hacerte una visita... a contarte alguna cosa-comentó con una sonrisa mirándole de nuevo-. Soy único contando historias de miedo...-Bal asintió con la cabeza convencidísimo de aquello y entró en el cuarto, respirando lo que le parecía incluso aire puro del resto del mundo abierto, dentro de aquella alcoba plagada de todo lo que pudiera necesitar-. Gracias Kratos-dijo entonces desde el centro del cuarto, volviéndose a mirarle-. Necesitaba que me cuidases en estos momentos, yo sólo... quizás no hubiera podido sobrevivir por mis propios medios-concluyó con una leve media sonrisa, acercándose a la cama después para apartar las mantas con una mano y comprovar como era aquello por dentro.

Pero Kratos estaba convencido de que Bal hubiese salido adelante sin su ayuda porque había podido matar para sobrevivir y cuando arrebatas una vida humana por primera vez sabes que podrías hacer cualquier cosa para garantizar tu permanencia en este mundo y tu seguridad. Sin embargo no se lo dijo pues prefería que el muchacho siguiese pensando que, de algún modo, lo necesitaba.

-Fue un placer, Bal. Somos amigos ¿cierto?..Los amigos se ayudan...-sonrió y se acercó a él- guardaremos el secreto de este crimen. Debes descansar ahora -con lentitud inclinó su rostro casi hasta rozar el del chico- Duerme bien -susurró y terminó posando sus labios sobre los de Bal, besándolos con suavidad- Hasta mañana.

Se alejó y le sonrió una última vez antes de salir del cuarto, cerrando la puerta tras de sí.

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eiii, perdona por postear tan tardee >_<, he tao depre y no me apetecía mucho pero yataaa

El notar la suavidad de los labios ajenos sobre los suyos despertó repentinamente y de nuevo una sensación de inquietud en el, y al mismo tiempo de admiración y curiosidad.
Sin embargo como siempre ocurría aquellos pensamientos le ocupaban lo suficiente para descubrirse solo en medio del cuarto, sin más compañía que el incesante eco de su respiración.

El muchacho observó un momento la puerta cerrada, considerando que era absurdo dar a aquellas alturas las buenas noches a un fantasma y se giró hacia aquella cama enorme, sonriendo ampliamente y arrojándose sobre ella para rebozarse contra las sábanas, buscando como una criaturilla una postura cómoda hasta que dio con ella hecho un ovillo. Aquella noche transcurriría mucho más rápida de lo que creía al quedarse profundamente dormido, olvidando pensamientos de matanzas durante aquellas horas.

El demonio entró en su alcoba y cerró la puerta. Nadie entraba jamás en sus dependencias salvo los criados que se ocupaban la limpieza. Era su espacio íntimo y personal, allí donde se abandonaba a sus pensamientos. Suspiró mientras se acercaba a los grandes ventanales acristalados. Desde allí se podía observar la grandeza de los jardines que circundaban toda la mansión y más allá aún era aquel verdor lo único que uno alcanzaba a ver. La oscuridad era todavía la dueña de la ciudad pero pronto el albor quebraría la noche y un nuevo día amanecería. Como cada año, como cada siglo. El sol siempre terminaba saliendo inexorablemente...

Kratos contempló su lecho. Inmenso, mullido, hermoso. Con un dosel del que pendían cortinajes exquisitos de tela negra translúcida. Una cama de reyes. Se tumbó sobre el colchón, con la mirada fija en el techo y observó sus manos, sólo unas horas antes habían descuartizado a un hombre sin estremecerse y después habían arrojado sus pedazos a las fauces de unas bestias sin inmutarse. Eso había hecho durante toda su existencia pero podía vivir sin arrepentirse. El recuerdo de sus crímenes no lo atenazaba y tampoco nadie le obligaba a cambiar su forma de vida. No tenía escrúpulos aunque hubo una vez que estuvo a punto de albergarlos en la palma de su mano y mantenerlos pero no fue así.

Cerró los ojos. Meditar le agradaba, le ayudaba a conciciliar el sueño y en poco tiempo logró dormir.

Un triqueteo sord y lejano despertó al muchacho. Cuando abrió los ojos lo hizo en la misma postura en la que se había quedado dormido, aunque algo así no podía recordarlo.
Se estiró a lo largo de la cama todo lo que pudo emitiendo un leve gruñido de satisfación, como un pequeño felino al calor de una chimenea encendida, y después se sentó en el colchón, dispuesto a empezar un nuevo día que quería fuera completamente nuevo en todos los sentidos. No le resultó dificil. Aquella enorme mansión tenía algo impregnado en las paredes que cuando se paseaba entre ellas perdía la noción del tiempo y de la realidad. No parecía vivir del mismo modo su mente cuando se encontraba allí que en los suburbios. Ahora sólo le faltaba encontrar al demonio si aquello era posible...