Morada (PRIVADO)

Bal terminó de coser. En todo el rato que estuvo haciéndolo no había pretado ni la más mínima atención a la herida de Kratos. Estaba inmerso en si mismo y en sus pensamientos, y cuando terminó cortó el hilo, lo anudó y se quedó con las manos en el regazo.

-Me gustaría abrazarte ahora...-masculló con la frente arrugada, notando como aquel leve picor en la nariz se iba extendiendo irreversiblemente por la frente y las mejillas-. Pero seguramente no significará más de lo que quiero que signifique, ¿verdad?-se volvió a mirarle-. Seguirá dándote igual, porque después del aprecio que puedas tener tu para lo que te rodea siempre habrá una imposición más importante por medio; tu mismo. Tu y tus ansias de conmover a los demás a los demás con frases hirientes. Y no te enfades por eso-dijo apurando la frase-. Porque es la verdad.

Bal quería romper a llorar en aquellos momentos, al menos se le antojaba más fácil. Reprimir aquello era tan rematadamente difícil que no comprendía como era capaz de seguir con un semblante de lo más ambiguo y frío.

-Ya he terminado. Supongo que sabrás qué hacer a partir de ahí-dijo arrojando la aguja al interior del botiquín.

-No te falta razón -dijo simplemente Kratos.

Rebuscó en su maletín los utensilios que utilizaría para finalizar el trabajo: algunas gasas, antiséptico y vendas para cubrirse. Sin moverse un ápice empapó uno de los apósitos con el líquido y lo aplicó sobre la herida, repitiendo el proceso hasta que creyó conveniente. Después, dejó algunas gasas limpias sobre la herida, agarró el rollo de vendas y se irguió levemente del asiento. Apoyó un codo en el respaldo para darse soporte un colocó un extremo de venda sobre su pecho, así el resto lo fue desenrollando tras su espalda, dando la vuelta a todo su torso y cubriendo la herida no sin alguna dificultad por la extraña postura.

-Admito que, muchas veces, antepongo mis deseos a los pensamientos de los demás. Hay muy pocas personas a las que deseé regalar algún bien pero...las hay. Y tal vez sí. Debería yo pensar más en ellas..-decía mientras vendaba su cuerpo- pero Bal...¡Estoy tan frustrado!...mis investigaciones son...en gran mesura importantes para mí. Y sucede que a veces, como esta vez...he arriesgado hasta superar los límites de la pura perversidad ¿¡Qué atroz pensamiento nubló mi mente en el instante en que cometí semejante desatino!?...Ni yo mismo lo sé.

Kratos terminó y volvió a dejarse caer sobre el asiento. Suspiró y contempló a Bal con fijeza.

-Ahora, si lo deseas, puedes abrazarme. Sólo tú sabrás qué significa para ti y yo sólo yo sabré qué significado tiene para mí..

El muchacho le escuchó en silencio. Toqueteaba las rodillas de su pantalón con los dedos de forma nerviosa. Finalmente alzó el rostro para verle, sentado de nuevo.

-¿No puedes pensar en otra cosa?-preguntó con la voz algo rota, mirándole en los ojos. No tenía sentido. Bal estaba intentando desde siempre cambiar a Kratos, y aquello era imposible. Las personas no cambiaban por decision de otras, ni si quiera por decisión propia, y le frustraba tener las dos partes del demonio por igual, porque una le gustaba y la otra no, y siempre se anteponían la una a la otra, contínuamente-. Lo siento.

El muchacho se pasó la manga de la camisa por la cara, y se levantó de la silla, sentándose en el brazo del sofá mirando a Kratos tristemente. Pesaroso, temiendo apretar sobre la herida, se acercó a él por un costado con suavidad. Acercando una mano a su rostro y acariciándolo con suavidad, recorriéndole la mejilla con la yema de los dedos. Había olvidado el tacto que tenía su piel, hacía mucho que no la tocaba, no al menos pendiente de lo que palpaban sus manos, y lo había anhelado. Al llegar a su barbilla sorbió los mocos apretando la mano después en su cuello, deslizándola por la nuca y rodándole con ambos brazos por los hombros, pegando la mejilla a su cabello y suspirando débilmente.

-Me has asustado hoy. No quiero que te pase nada-logró decir pasando una mano por su cabello, bajándola después por su brazo. Querría abrazarle de verdad, pero le haría daño. No sabía si aquello significaba algo así-. No quiero que te maten.

El demonio recibió aquel abrazo con agrado, de algún modo le había parecido un gesto tierno y dulce. Algo que había hechado en falta tener alguna que otra vez. A su vez correspondió a aquella caricia rodeándo el cuerpo de Bal con sus propios brazos hasta donde pudo pues si se movía bruscamente o forzaba la recién cosida herida se malograría todo el trabajo.

-Si pudiera olvidar el pasado. Si pudiera desembarazarme de la pena que me consume..entonces podría pensar en otra cosa..-murmuró con cansancio casi para sí mismo. Tal vez aquél era uno de aquellos momentos en los que dormiría para recuperar las furezas perdidas-...eres muy amable...pero recuerda algo. Yo no puedo morir. Moriría este cuerpo pero entonces yo me haría esencia, presencia invisible y buscaría otro cuerpo del que hacerme húesped. Dime...¿Segurías teniéndome afecto si tuviera otro aspecto?

Bal siguió deslizando los dedos por el sedoso cabello del demonio, peinándolo con cuidado y apoyando la otra mano en su espalda. Cuando notó el abrazo de Kratos tan sólo cerró los ojos y respiró casi con alivio, separándose un momento de él cuando le formuló aquella pregunta.
La respuesta debía ser meditada. Al fin y al cabo, sin conocerle, el aspecto físico de Kratos era vastante atrayente, no porque fuera una cara bonita, si no por todo lo que descargaba en ella de su personalidad tan salvaje.

-Qué tiene que ver tu aspecto con el aprecio que te tengo-preguntó con suavidad mirándole a los ojos. ¿Sabía él mismo la respuesta? Quizás si, y no quería pensar en ello. No quería una conclusión clara, necesitaba aferrarse a las sombras y a las formas inciertas para seguir soñando que había una vida después de la muerte, una oportunidad para él.

El muchacho bajó un momento la cabeza, pensativo.

-Esta noche no puedo dormir, ni mañana, ya sabes... ¿Puedo... quedarme cerca mientras descansas en tu habitación?-preguntó como si fuera de vital importancia pedir permiso para tan sólo rondar su alcoba.

-Porque tiempo atrás...mucho tiempo atrás tuve otro aspecto mucho menos favorecedor que este. No era un cuerpo que yo hubiera trabajado sino uno que arrebaté a un pobre mortal que se cruzó en mi camino..-Kratos se encogió suavemente de hombros- en aquel momento no me importaba pero a la sociedad de entonces sí. Te amaban por tus arcas aunque tu semblante fuera peor que mirar directamente al infierno mismo y sólo así constentían aceptarte. Si en cambio eras pobre y desagradable arduo lo tenías para salir adelante...Simplemente me preguntaba cuál era tu pensar...

El demonio observaba a Bal, su rostro, tratando de adivinar en el las respuestas a sus cuestiones. A decir verdad le interesaba su opinión personal sobre aquello pero si no le respondía tampoco iba a considerarlo una tragedia. Kratos, desde que tuvo el conocimiento para ello, ya había forjado la idea de ser siempre hermoso y perfecto físicamente.

-¿Por qué quieres quedarte conmigo? -preguntó cambiando de tema- ¿Es mera cortesía?..jajaja...Estaré bien pero, en fin, si lo deseas puedes quedarte...No creo poder prestarte demasiada atención pues debo recuperarme con prontitud..

La pregunta formulada ya la había escuchado muchas veces antes. En su propia cabeza. Un tambor de guerra que no cesaba de golpearse de forma atronadora. El muchacho le miró suplicante. No podía pedirle que le dijese algo así. Era inaudito para él, pues quería vivir en una brecha abierta en la cara norte de un pedrusco, y secarse al sol.

-Porque quiero estar contigo, Kratos. ¿No lo entiendes?-dijo al fin Bal mirándole a los ojos. Estaba pidiendo algo a gritos, pero no conocía las palabras-. Voy... a cambiarme de ropa-se apresuró a decir levantándose, llevándose una mano al cabello para apartarlo de delante de la cara y vacilando un instate sobre qué hacer. Sus piernas no sabían muy bien hacia qué lado dirigirse pero finalmente optó con rapidez dirigirse a la puerta-. Te veré luego, ¿de acuerdo?

-Ah...bien...-murmuró simplemente.

Para Kratos aquello era algo nuevo. No creía recordar que, tiempo atrás, Bal le hubiera dicho algo así con sinceridad. Pensó que estaría bien pues él también deseaba su compañía en aquellos momentos. Lentamente trató de ponerse en pie, su inteción era caminar hasta su alcoba y tenderse en el lecho, lugar donde estaría infitamente más cómodo que en aquel sillón.

Puesto que la anestesia aún no había desaparecido no sintió dolor alguno al levantarse, caminar hasta la puerta y abrirla. Salió al pasillo, encontrándose de frente con Edward y Rei.

-¿Qué hacéis en mi pasillo?
-No ¿Qué haces tú caminando por tu cuenta eh?...Maldito capullo. Tú siempre igual, anda y deja que te ayude o ni para mañana llegas a tu habitación.
-¿Tanto iba a tardar...?...jaja.
-Cállate hostia -el vampiro chasqueó la lengua y se acercó a Kratos. Le agarró un brazo que pasó sobre sus hombros y le sujetó de la cintura para ayudarle a caminar.
-Vaya, entonces yo...seré tu soporte por el otro lado -dijo Rei con alivio al verlo aparentemente bien- me has tenido muy preocupada eh...¿Cómo vas a compensarme Kratos? -preguntó dándole un suave abrazo.
-¿Debo?
-Claro que sí....Un caballero lo haría...
-¿Ah...sí?...
-¡Callad! No, tú no le vas a compensar nada a Rei...y tú Rei basta ya de decir cosas a otros hombres estando yo delante eh, ¡eh!...

Los tres empezaron a caminar con lentitud por el pasillo, inmersos en aquella charla tan insustancial como absurda, hasta que llegaron a la habitación de Kratos. Edward abrió la puerta y entre él y Rei lo acomodaron en la cama.

-¿No es mejor que le busque una camisa? -se preguntó Rei a ella misma, cruzándose de brazos- puede tener frío...¡Ah! avisaré a algún sirviente para que caldee el dormitorio -dicho esto salió del cuarto en busca de algún sirviente.

Bal tardó poco en cambiarse. Lo cierto era que después de decirle aquello a Kratos, que en realidad era una minucia, se sentía defraudado consigo mismo. Esperaba mucho más, sin duda. Por suerte, de todos modo, la contestación del demonio había dejado bastante que desear. Todo seguiría normal después de todo. Estaba claro que Kratos no lo comprendía. Bal no sabía si alegrarse o desesperarse. Quizás era mejor así.

Cuando regresó al pasillo, recorriéndolo para buscar la habitación del demonio, escuchó pasos no muy lejos. Por la forma que tenían dedujo que eran de mujer, y ninguna de las criadas calzaba aquel tipo de zapatos. Apretó los labios y, sin alterarse, cambió de camino. No le gustaría toparse con aquella mujer, no a solas al menos. Tomó otro atajo por el laberinto de puertas y pasillos y finalmente fue a dar con la puerta de Kratos, la cual empujó suavemente. Al encontrar la compañía del vampiro no evitó mostrarse sorprendido.

-¿Seguís aquí?-preguntó cerrando con suavidad la puerta, acercándose a la cama.

Edward y Kratos dirigieron su mirada al unísono al escuchar la voz de Bal y el vampiro asintió como respuesta a la pregunta. Después se acercó a él y le dio un toquecito en el hombro.

-Colega, parece que te moleste que estemos aquí...Simplemente este diablo iba a caminar solo hasta aquí ¿Y que teníamos que hacer nosotros, eh?..Pues le hemos ayudado y acomodado en la cama. A lo mejor...hasta nos debes una eh..Baal...porque si no...tú hubieras cargado con este muerto -comentó señalando a Kratos, quién sonrió divertido.

En aquel momento Rei volvió a entrar acompañada de John. El criado dirigió una mirada fugaz a Kratos y respirando de alivio se acercó para trastear en la chimenea y encenderla. Si el demonio estaba bien su seguridad y la de su familia lo estaban también y aquello era motivo para sentirse dichoso.

-En fin...ya veo que tienes compañía, Kratos..-comentó Rei con cierta malicia- será mejor que nos vayamos, Edward pero...yo volveré muy pronto mientras haya algo mío por aquí.
-¿Eeeeeh?...Reeei...¿Qué quieres decir con esoo...?
-También hay cosas tuyas así, volveremos a por ellas. Vámonos Edward.
-Aahh...va...vale...

Ambos salieron por la puerta y John, que había finalmente logrado encender el fuego, se apresuró a seguirlos cerrando la puerta tras de sí.

Bal se limitó a sonreírle al vampiro. Le hubiera dicho que no le molestaba que estuviera allí. Así, en singular. Pero le pareció una broma con doble sentido demasiado cruel, por lo que optó por quedarse callado. Cuando todos salieron Bal le dirigió una mirada a Kratos, pues no había habierto aún la boca y eso le extrañaba, estando en aquel lugar tan privado y cerrado como era su habitación.
Se pasó la lengua por los labios y se acercó a la chimenea, estirando los brazos hacia el fuego, calentándose las manos.

-Apuesto a que tus criados habrían accedido encantados a remolcarte hasta aquí...-comentó frotándose las manos-. Yo no-rio con suavidad.

Se tomó su tiempo. Cuando hubo recuperado el aliento y la compostura regresó a junto el demonio, sentándose a un borde de la cama. ¿Estaría aquello también permitdo?

-¿Podrás dormirte pronto?-le preguntó volviendo el rostro hacia él. Alargó una mano hacia su cara, apartó con delicadeza sus cabellos plateados y le tocó la frente. Quizás aquella herida le habría podido subir un poco la temperatura. Acarició su piel de nuevo y le ofreció un gesto amable, antes de perder de nuevo la vista en el suelo de la habitación.

-No esperaba de todos modos que lo hicieras...-dijo Kratos sonriendo- pero sí. Mis sirvientes lo hubieran hecho, para eso les pago una buena suma de dinero ¿no?

Kratos hablaba mientras observaba a Bal ir hacia la chimenea y luego regresar de nuevo junto a él. Lo contempló sentarse en la cama pero no le dijo nada al respecto. Lo consentía de buen grado y en cierto modo agradecía su preocupación.

-Podré. De hecho, si cierro los ojos es muy probable que sucumba al sueño de inmediato...¿Quieres que lo haga o deseas gozar de mi compañía un poco más?..-el demonio atrapó suavemente la mano con la que Bal le había acariciado el rostro y apretó ligeramente sus dedos- pero..si me duermo no te muevas de mi lado...Puedo necesitarte en cualquier momento. Debes cuidar de mí..que estoy herido, como yo he cuidado de ti durante estos años..

El demonio bajó los párpados y suspiró. Estaba a gusto, gozaba de su compañía y de la mano que ahora tenía apresada a la suya. No pensaba deshacerse de ella por voluntad propia pues era demasiado cálida..

Bal le sonrió a penas cuando tomó su mano, y ni por asomo se le ocurrió soltar aquel lazo. Sujetó la mano de Kratos con cierta firmeza y la llevó hasta el pecho del demonio, apoyándolas lejos de la herida para después recostarse a su lado, próximo a él.

-No aprecio demasiado mi vida, nunca lo hice-dijo después de un momento en silencio-. Por eso la altrato siempre tanto. Quiero cuidarte para que te recuperes pronto, y puedas seguir cuidando tu de mi.

El muchacho cerró los ojos. Los olores y la calidez que desprendían el cuerpo del demonio eran para ser captados por otro tipo de sentidos. No podía distraerse con lo que captaban sus ojos. Quizás no le importaría aquello del alma errante buscando otro cuerpo en el que alojarse.

-Eres mi cauce...-mustió pensando en voz alta, con la garganta clara y la voz azucarada sin apartarse de él-. Necesito que sigas conmigo para evitar desbordarme y caer en mi propio olvido. Me das razones para regresar a esta casa, y quiero que siga siendo así hasta que ya no seas capaz de soportarme más.

El muchacho suspiró levemente y sujetó con mayor firmeza la mano de Kratos, volcándose suavemente sobre su brazo para quedarse próximo a él, pero sin obstruirle el aire, pudiendo vigilarle, y tenerle tan cerca como siempre inmaginaba a solas, escondiéndose en los rincones del bosque.

Kratos asintió y estrechó con fuerza la mano de Bal, como gesto de agradecimiento y afecto. Aunque en el exterior el verano abrasaba la tierra él había sentido frío desde que le hirieron pero en aquellos momentos sintió que volvía a recuperar al calor perdido. El fuego que crepitaba en la chimenea y la presencia del chico a su lado habían logrado sosegarlo.

El demonio estaba tan exhausto que en pocos minutos se quedó dormido en un sueño plácido y reconfortante. Posiblemente dormiría muchas horas, hasta que su cuerpo recuperase las energías ausentes.

Bal guardó silencio cuando notó que el demonio se dejaba vencer por el cansancio. Cuando comprovó que su respiración se volvía rítmica y pausada, alargó una mano hacia las mantas y le cubrió mejor, arropándole e impidiendo que pudiera llegar a subirle la fiebre por la herida. Estuvo en vela todo el día. Se levantó varias veces para correr las cortinas y no dejar que aquella luz de verano penetrase cruelmente en la habitación, dejándola en una tranquila penumbra. De vez en cuando observaba el exterior a través de la cristalera. Indagaba en su propia mente, volvía caminando con sigilo hasta la cama, se paseaba de un lado a otro, hacía cosas, pero en ningún momento salió del cuarto. Incluso los criados respetaron el momento de descanso y no llamaron a la puerta en busca de trabajo para aquel momento.

Después de aquello Bal no podía precisar cuantas horas habían pasado, pero todavía era de día. Quizás el sol del verano se restía a esconderse, pero poco tiempo le quedaba. El muchacho se sentó de nuevo en el borde de la cama, observando el plácido rostro del demonio. Destapó su torso con las mantas, comprovando que las vendas seguían blancas y nada raro había ocurrido, curbiéndole después nuevamente.

-Cuánto tiempo me queda...-murmuró para si mismo, largando un suspiro que intentó disimular para no hacer demasiado ruido. Echó un poco de agua en un vaso, dando un sorbo y notando como se le refrescaba la garganta, dejándolo de nuevo en la mesita y recostándose al lado del demonio, guardián y protector.

Kratos había dormido durante dos días con sus noches sin despertar una sola vez. Él mismo había entrado por voluntad propia en una especie de letargo reparador que le ayudaría a recuperarse favorablemente.
Cuando abrió los ojos se filtraba tenuemente por la ventana el amanecer del tercer día y la calidez de un sol recién nacido. El demonio observó a su alrededor, comprobando qué había cambiado durante su ausencia y qué no. Sin embargo no pudo hallar nada concluyente más que el hecho de que Bal seguía allí, a su lado.

-¿Chico?...-llamó en un susurro sin poder evitar que una pregunta acudiese a su mente ¿Se habría quedado allí todo el tiempo? ¿Los dos días enteros? Kratos trató de moverse pero una punzada de dolor le hizo rectificar. Ya no recordaba la herida que cruzaba su pecho. Para comprobar el estado de las vendas delizó hacia abajo la sábana que cubría su cuerpo. A simple vista estaba limpio, todo parecía perfecto así que pensó que tal vez Bal le habría curado y desinfectado los puntos.

Bal rondaba por el cuarto, pero no se había percatado de que Kratos se había despertado hasta que escuchó su voz llamarle. Se volvió hacia la cama y fue junto a él deprisa, sentándose y apoyando las manos en sus hombros, cubriéndole de nuevo con las sábanas.

-¡No, no te muevas!-le dijo arropándole bien como una madre vieja y desgastada, preocupada por su endeble prole-. Bienvenido al mundo de los vivos-le dijo con una sonrisa-. ¿Quieres beber un poco de agua?-le preguntó mientras echaba un poco de agua helada en un vaso de cristal perfectamente limpio-. La herida está curando bien. Le he ido echando un vistazo de vez en cuando para ver si se ponía fea pero va bien.

El muchacho parecía estar de buen humor. La verdad era que en todo aquel tiempo que el demonio había estado en una especie de coma no había dejado de moverse con nerviosismo ni un sólo segundo. Ahora que había vuelto con él se había tranquilizado.

Kratos se quedó quiero al oir la orden de Bal, frunció el ceño y volvió a acomodarse sobre el lecho. Qué extrañamente protector se había vuelto ese muchacho o tal vez siempre había sido así pero nunca había podido demostrarlo.

-Agua...-se quedó pensativo un segundo y después asintió, estirando el brazo para recibir el vaso- estaría bien. Muy amable y...lo cierto es que...¿Sabes? tengo hambre... -dijo con una leve sonrisa- ¿Puedes ordenar que me preparen algo ligero? -guardó silencio un instante y llamó de nuevo al muchacho- Bal...¿Has estado todo el tiempo aquí, a mi lado?..

El muchacho asintió le pasó el vaso de agua a Kratos, mirándole después.

-Puedo pedirles que te preparen algo de comer. Yo no ordeno nada aquí-dijo con una media sonrisa jovial y despierta. Ya no era un niño, aunque se esforzase en semejar uno.
Cuando se levantó a penas se separó unos metros de la cama para volverse de nuevo al demonio. Le miró un instante para volver la vista al resto del cuarto, encogiendo un hombro.

-Mm... si. He estado aquí desde que te dormirste-dijo simplemente volviendo a mirarle-. No podía dejar que nadie te molestara mientras te recuperabas-apuntó de forma solemne apoyando las manos en las caderas-. Los he echado a todos fuera y que no rondaran por aquí si no era para algo importante, así que me he quedado de vigía-asintió con la cabeza y volvió a sonreír, haciendo un amago de irse-. ¿Quieres algo especial para comer?

Kratos frunció el ceño ¿Qué era esa tontería de pedirles amablemente a los criados que hicieran su trabajo?...El demonio emitió un leve gruñido preguntándose si su mansión no se habría vuelto un circo mientras él estaba ausente.

-Entonces, Bal...Diles a los sirvientes que yo, el señor de la casa, ordena que preparen algo de comer -dijo con seriedad- He vuelto ya y las condescendencias deben terminar -concluyó asintiendo con la cabeza. Después dio un sorbo de agua y bebió del vaso lentamente hasta que lo terminó- Lo que se me antoja comer no puedo de modo que...dile a John que deseo una crema de puerros, templada. Que mi lengua no se abrase y deba esperar. Odio aguardar...ah y, que preparen también algo para ti. Si es cierto que no te has movido de mi alcoba no habrás comido decentemente. Pide lo que quieras y acompáñame.

Kratos carraspeó y terminó de hablar, mirando fiíjamente a Bal espero que sus deseos fuesen complacidos.

Bal se sintió en aquellos momentos como uno más de la familia de criados. Se sorprendió a si mismo de recadero recogiendo un pedido para los cocineros y rio levemente. Al menos Kratos había vuelto.

-Ahora mismo-le dijo con aún una leve sonrisa dibujada en el rostro. Sin embargo, antes de salir, retrocedió sobre sus pasos y abrió una ventana, dejando que el aire fresco entrase al cuarto y limpiase la atmósfera viciada para que se renovase-. No te levantes, ¿eh? Ya la cerraré al volver.

Y dicho aquello salió del cuarto, echando a andar por los pasillos y volviendo a perderse como siempre en busca de la cocina. Al cabo de media hora estaba de vuelta. Abrió la puerta suavemente, asomando la cabeza y abriéndola de par en par para que un criado pudiese entrar con una bandeja plateada repleta de comida especialmente preparada para el demonio. Mientras acomodaba la bandeja en el regazo de Kratos y le preguntaba si había amanecido bien, Bal se aproximó a la ventana, asomándose un momento antes de cerrarla de nuevo y dirigirse a la cama.

Cuando Kratos se quedó solo en la habitación y aprovechando la claridad que entraba del exterior paseó sus ojos por la alcoba, buscando su teléfono móvil. Quería llamar a su amigo el vampiro y comentarle que había despertado favorablemente pero no lo encontró por ningún lado. El pensamiento fugaz de levantarse cruzó su mente pero lo desechó al instante, si ese chico volvía y lo sorprendía en pie era capaz de ponerse iracundo.

-Mmm...-se palpó la herida por encima de la venda. Su mayor preocupación ahora era la cicatriz pues sin duda sería ese el vestigio de aquel combate y el regalo que quedaría para siempre marcado en su cuerpo. Al instante esbozó una mueca de puro disgusto y fue así cuando le sorprendieron Bal y el criado- ¡Albricias! ¡ya creía morir de inanición! -exclamó dirigiéndose al sirviente cuya cabeza se agachó sumisa en señal de arrepentimiento.


El demonio, una vez tuvo la bandeja sobre su regazo, ordenó al criado que se retirase y estuviese atento por si volvía a ser requerido.

-Veamos...qué me han preparado estos incompetentes...-murmuró observando los platos. Fijó su mirar en la crema de puerros y hundió la cuchara en ella. Si no estaba exactamente a su gusto todos le iban a oír ese día. Pero cuando la probó asintió. Estaba perfecta- Bal ¿Qué has pedido para ti? Come, acompáñame y dime si ha sido duro para ti permanecer a mi lado estos dos días.

-¿Duro?

El muchacho se subió a la cama, arrodillándose en el colchón y asomándose por encima de la bandeja, buscando lo que se suponía era para él. En realidad no había pedido más que una ración extra de todo lo que quería para Kratos y así podría él también comer del mismo plato, aunque no sabía si aquello era del gusto del demonio. Cogió un tenedor y comenzó a pinchar por los platos.

-Estoy acostumbrado a pasarme horas enteras sentado en una rama de árbol, y ver pasar el día mientras pienso-comentó con una sonrisa, volviendo a pinchar un poco de cada plato y llenando el tenedor-. He salido un par de veces a estirar las piernas y a respirar, pero no ha sido duro. Se me ha hecho un poco largo, quizás-el muchacho se rascó la cabeza pensando en las veces que había vuelto a la cama a ver si Kratos estaba despierto. A cada minuto-. Pero no podía hacer otra cosa, en realidad. Estaba preocupado-dijo con franqueza, sentándose al lado de la bandeja de frente a Kratos y llevándose el tenedor a la boca.

El demonio escuchaba mientras hundía la cuchara en su crema de puerros y se la llevaba a la boca, repitiendo el proceso varias veces más hasta que la terminó. Tenía un hambre atroz y no dijo abrió la boca más que para engullir aquello. Cuando hubo finalizado se quedó mirando fijamente a Bal, pensativo en cuanto a la respuesta otorgada.

-Justo por eso -dijo, haciendo un leve gesto de aprovación con la cuchara en la mano- porque eres de disfrutar el tiempo perdido por ahí, lejos de mí y de mi casa que te he formulado la pregunta -Kratos ojeó la bendeja, pensando que podría llevarse ahora a la boca. Debía ser algo ligero y de fácil digestión- Ah, esto parece delicioso....-comentó para sí mismo. Unas natillas elaboradas con sumo esmero por sus cocineros habían llamado su atención. Agarró el cuenco pequeño, aspiró su aroma y se dispuso a dar buena cuenta de ellas- Dime, Baladaur...¿No deseas saber qué hice para terminar así?...-preguntó de pronto mientras removía la crema amarillenta con la cuchara de plata- ¿No albergas curiosidad...u....otra cosa...?

Kratos sabía a ciencia cierta que todo su círculo estaba deseando saber qué motivo había desencadenado aquellos sucesos y qué acto perverso había cometido el demonio para terminar con semejante brecha en el pecho. Algunos sólo buscaban saberlo por puro morbo, otros por su propia seguridad y muy pocos por verdadera preocupación hacia él. Se preguntó en cuál de aquellas categorías estaba Bal.

Bal se quedó un instante mirándole en silencio, observando sus facciones despreocupadas y jactantes de aquellos actos perversos que llevaba a cabo con tanto orgullo. Baladaur no podía evitar resignarse.

-Saber qué has hecho sólo me llevará a soltarte alguna cosa que te enfade-dijo esbozando una media sonrisa-. Lo que me produce curiosidad, y desearía que no fuera así, es el hecho de que en un futuro puedan abrirte en canal y no tenga remedio-dijo con suavidad, mientras dejaba la cuchara sobre la bandeja y momentos después la apartaba a un lado del colchón-. Tus asuntos no son de mi incumbencia, pero tu si.

Bal torció el gesto, hablaba sin mirarle y trataba de concevirle al demonio un futuro en el que no saliera de un agujero. Le encerraría en una gruta subterránea e inhóspita para que no saliera más y no pudiera cometer estupideces que acabaran con él. Un proyecto más que no se llevaría a cabo nunca.

-¿Por qué me lo preguntas?-dijo entonces volviéndose hacia él y mirándole a los ojos-. ¿Me lo contarías, aunque fuera sólo por ponerme a prueba?