Sombras acechantes - PRIVADO KRATOS -

Kratos, en silencio, dejo que el chico hiciera lo que tuviese que hacer. No le sorprendió que lo tomase de la mano y en su rostro no se dibujó ninguna expresión en particular más que la impertérrita que seguía conservando.

Sin embargo, cuando el agarre se hizo más fuerte y en su piel empezó a notar el mismo tacto áspero que antes sintiera su expresión cambió. Era como si algo quisiera hundirse en su carne y como no podìa permitir aquello ni un segundo más agarró con su mano libre el brazo del chico y lo forzó a que lo soltase.

-Vaya se estaba poniendo interesante, pero como comprenderás no puedo dejarte continuar a ciegas -comentó el demonio sin apartar sus ojos del chico- algo sucede cuando nuestras pieles entran en contacto, reaccionas de alguna manera y no debe ser casualidad porque son dos veces de dos...

Cuando le hizo que le soltara, su mano dejó de cambiar, pero por donde le había sujetado con la mano libre también comenzó a notar aquello, y él mismo dio un paso hacia atrás.
Puso cara de malestar y se revolvió en sí mismo. Por un momento había jurado que cuando el demonio le sujetó y le obligó a separarse de el si había sentido cierto temor, y justo en ese momento aquella sensiación se intensificó.

Quería quejarse pero por alguna razón la voz no le salió, y solo acertó a llevarse una mano a la parte baja de la espalda, palpándola, y de pronto notó que algo pasaba allá atrás.

-¿Se ve algo?-preguntó algo desesperado, subiéndose la camiseta de la espalda. Supuso que era exactamente lo mismo que en los brazos, notaba escamas pero no se veían. Sin embargo la piel de la espalda había tornado a un color ceniciento y brillante. Sangrando, aunque no notaba como esta corría por su espalda, efectivamente escamas surgiendo bajo la piel comenzaban a romperle la carne y a brotar.

Cuando el chico le enseñó la espalda una mueca de sorpresa y curiosidad se dibujó en el rostro de Kratos, aunque el muchacho no pudo verla. Desde luego aquello que brotaba de la carne eran escamas...y era también algo insólito que nunca antes había visto. En su mente dio un recorrido rápido por todas las especies sobre la tierra que había conocido o estudiado y mientras la sangre continuaba brotando llegó a la conclusión de que, tal vez, fuese un híbrido. Aún así, no dijo nada de sus ideas y se limitó a responder.

-Sí, estás sangrando -dijo y agarró al muchacho con firmeza por la cintura para colocarlo entre sus piernas, de pie como estaba y poder accder mejor a aquella espalda sangrante- No te muevas -ordenó. Sacó un pañuelo de su bolsillo y lo aplicó sobre la reciente herida para recoger el líquido rojizo. No tenía ni idea de qué hacer con aquello porque nunca se había encontrado en aquella situación- Escamas brotan de su espalda, rasgan tu piel para salir al exterior y como consecuencia, sangras...¿Sabes qué hacer en un momento así?...

El muchacho no se quejó en ningun momento, pero en cuanto le explicó lo que estaba viendo una alarma saltó de pronto.

-¿¡Qué...!?-mustió lastimero moviéndose a penas, notando como cientos de pequeñas... lo que fueran, muy duras, estaban como plantadas a lo largo de su espalda aunque no notaba ningún tipo de dolor especialmente insoportable.

-No... no se que hay que hacer no me había pasado nunca...-dijo llevándose una mano él mismo a la espalda. Sus dedos temblaron levemente al tocar aquellas escamas. Efectivamente aquello no estaba allí hacía un momento. Pero sin duda alguna parecía empeorar y brotar más rápido a medida que se ponía nervioso, mientras estas comenzaban a dejar de sobresalir de la carne y a plegarse como si fuera una segunda piel ahora externa.

Como médico que era Kratos observaba las reacciones del cuerpo del chico con cierto interés. Aquello estaba empeorando y puesto que ninguno de los dos sabía como terminar con eso se le figuró que podría tratarlo como si fuera otro tipo de enfermedad que sí conocía. Tal vez siguieran el mismo parámetro, sea como fuere ya lo averiguaría.

-Muchacho, atiende, obedece y te encontrarás mejor -la voz de Kratos era tan segura de sí misma que bien parecía saber lo que estaba haciendo aunque no fuera más que un experimento- Compruebo que tus dedos tiemblan y que tu problema ha empeorado cuando has sabido que algo te pasaba. Estás nervioso, tal vez hasta asustado por la incertidumbre pero créeme, si te relajas..todo irá mucho mejor. Ciertos tipos de dolencias se extienden por eso mismo, el pánico, los nervios pero cuando la persona se tranquiliza y la calma vuelve a dominar su cuerpo...experimentan una mejora notable. Anda, hazme caso chico, puedes confiar en mí ahora...no te estoy mintiendo.

El muchacho apretó los labios. Cómo iba a tranquilizarse con aquello en la espalda, aunque lo cierto era que agradecía no poder verse. Cuando se miró la mano vio la sangre impregnándole los dedos y después se levantó del regazo del demonio, girándose hacia él.

-¡Está bien! ¿Pero puedes dejar de hablar como un médico? Me pongo peor-se quejó resoplando. Los hospitales y todo lo que les circundaba le ponía la piel de gallina, tan sólo con pensar en todas aquellas agujas y cosas cortantes....

Sin embargo obedeció. Trató de respirar con normalidad, y aunque le costó bastante logró concentrarse y no pensar más en ello, repitiéndose mentalmente una y otra vez que no corría peligro en aquellos momentos. Y efectivamente, poco a poco con aquel truco, la espalda dejó de dolerle y las escamas se desprendieron de su piel, como una burda muda natural, cayendo al suelo como pequeñas hojas metlálicas poco pesadas.

El demonio observó la escena sin inmutarse, estaba seguro de que saldría bien. Todo control está en la mente y si lo dominas la mayoría de las enfermedades no pueden arrebatarte la salud ni la vida. Eso creía Kratos porque en varias ocasiones había tenido oportunidad de comprobarlo mendiante sus estudios y sujetos que se habían prestado a ello.

-Hablo como un médico porque lo soy -manifestó con calma y cuando las escamas se hubieron desprendido en su totalidad de la piel del chico se inclinó para tomar una entre sus dedos, la examinó durante unos segundos y la guardó en el bolsillo de su chaqueta- si no te importa, me la quedo.

Después de aquello el chico respiró aliviado. Se examinó el cuerpo, cubriéndolo y palpándose para no encontrar nada anómalo y calmarse.

-Por mi puedes quedártelas todas-aseguró con el ceño fruncido, aún asustado por aquello. Que fuera médico no le alteraba demasiado, el problema quizás residía en el hecho de tener que exponerse a duras pruebas seguramente dolorosas...

El chico, ya sin saber que hacer, se apartó de él un poco vacilante antes de acercarse al cubo de nuevo y sentarse sobre él, quedando parcialmente cubierto por las sombras. A penas se le quedó mirando un momento para resoplar finalmente y dejar caer los hombros.

-Hoy no debí salir de casa...

Pero Kratos no necesitaba nada más que una sola de esas escamas. ¿Hallaría algo? No lo sabía con certeza pero como la perspectiva de pasar ocioso los días siguientes no le agradaba en aboluto, mejor eso que nada.

Se puso en pie, estirando los músculos y lanzó el pañuelo impregnado en sangre a un cubo de basura cercano sabiendo que seguramente una muestra de ese ADN le salvaría de compliaciones científicas, sin embargo simpatizaba con lñas cosas complejas.

-Vamos, chico..no te desanimes. Piensa que hoy te ha pasado lo mejor que podría pasarte en tu vida -le miró y sonrió levemente- me has conocido a mí.

El muchacho alzó la vista hacia él con algo de sorpresa y le miró unos segundoes en silencio, tratando de averguar como debía catalogar aquello.

-¿Y eso es bueno?-preguntó más que nada porque seguía sin conocer a aquel personaje-. ¿Tienes algo de especial que no tengan...-señaló con un gesto vago hacia la dirección que seguía aquella callejuela-... tus dos amigos?

Volvió a subir un pie al cubo, quedando el otro colgando sin tocar el suelo, y se abrazó la pierna, mirando al hombre. Lo cierto era que pese a todo tenía una naturaleza extraña que le causaba una gran curiosidad.

Kratos se echó a reir, como si la pregunta fuese estúpida.

-Por supuesto que tengo. Ahhh...son buenos chicos pero...-se encogió de hombros, como si no hubiera comparación posible entre él y sus dos compañeros. De hecho, para el demonio, no la había, se consideraba superior a ellos en varios aspectos pero era su naturaleza y sus amigos lo aceptaban con normalidad- y es bueno. Te diré el motivo.

Pero cuando iba a comenzar a explicarse la portezuela volvió a abrirse. Kratos profirió una exclamación de alegría y alivio y el hombrecillo rechoncho y sudoroso colocó, en el suelo y delante de él, un fardo oscuro y abultado.

-Señor, aquí tiene -dijo con sumo respeto- le juro que la próxima vez la mercancía será..mejor...más a su gusto..
-Eso espero, no le gustaría verme enfadado. Bien que le pago más de lo que nadie haría -comentó con desprecio. El hombre asintió e hizo su mejor reverencia en un gesto de absoluto respeto y sumisión.
El demonio abrió entonces el paquete, comprobando que en su interior todo estaba correcto, volvió a cerrarlo y reanudó la conversación con el chico.

-Como decía. Nunca sabe uno cuando va a necesitar de un demonio -comentó mientras sonreía- has tenido suerte porque yo soy de los mejores, por no decir el mejor..jajajaja.

Sin embargo la curiosidad por conocer dichos motivos se vio mermada por la curiosidad de saber lo que había en aquel paquete. Le miró a él, después echando un vistazo a la volsa y arqueó una ceja escuchando su explicación.

-No me digas... ¿Podrías explicarme de qué me servirá a mi un demonio?-preguntó. Realmente no sabía ni lo que eran esos seres. Ahora que sabía que existían no podía hacer otra cosa que interesarse por ellos. Le miró un instante sin pudor, como escrutándole, tratando de descubrir cosas nuevas que le diferenciaran de los demás.

-Si algún día tienes tiempo... me gustaría que me hablaras de tu especie.

Kratos advirtó la ojeada que el chico hizo a su paquete. Estaba seguro de que la curiosidad que la conducta humana lleva impresa había hecho que se interesara por aquel bulto al menos un poco.

-Oh..un demonio puede servir para muchas cosas, pero..no adelantemos acontecimientos -sacó una targeta del bolsillo interior de su chaqueta. Era la dirección de su casa. Alargó el brazo y se la entregó- cuando quieras saber, acércate a mi casa. Creo que no tiene pérdida pero si acaso tienes que preguntar a alguien, pregunta por Adèle. Di que vienes de mi parte o mis sirvientes no te dejarán pasar. ¿Cómo te llamas?

Se descolocó un poco cuando le dio la targeta y la leyó una vez antes de mirarle. ¿Había dicho sirvientes?

-Lo que me gustaría saber... es lo que me pasa...-dijo moviéndose un poco, refiriéndose a lo de sus dolorosos cambios de un momento a otro-. Si eres capaz de descubrir eso creo que me pasaré en cuanto tenga un hueco, Aunque...-el muchacho resopló levemente, volviendo a recordar la palabra "sirvientes"-. No sé como podría pagártelo... Pago el alquiler a duras penas y poco más...

El muchacho se guardó la targeta en el bolsillo contrario al de la pequeña gema y volvió a alzar la vista.

-Me llamo Baladaur, aunque si lo vez muy complicado puedes llamarme solo Bal. ¿Y el tuyo?-se interesó con una amplia sonrisa soñadora de eterno niño.

-Oh jajaja..Baladaur, Baladaur...no hablemos ahora de dinero...-comentó entre risas sin apartar su mirada de él- tengo tanto que no sé ya donde meterlo..

Era hora de marcharse, ya nada tenía que hacer allí. Negocios concluídos, algo sobre lo que experimentar...la noche no había sido del todo desastrosa. Agarró el fardo por un extremo y sin ningún esfuerzo lo cargó en su espalda.

-Yo soy Kratos. Ven cuando te apetezca, con confianza -aseguró- buenas noches.

No dijo nada más, con el paquete en su espalda se dio la vuelta, encamiándose por el mismo lugar por el que había venido. Y como una sombra se perdió en el callejón, tal y como había venido.

El muchacho se dio unos golpecitos con los dedos en el bolsillo del pantalón con algo de nerviosismo y torció la boca. Cuando le vio alejarse sin más tan sólo hizo un gesto vago con la mano sin decir nada si quiera.
Miró un momento a su alrededor, sin saber muy bien qué hacer, desorientado después de aquel extraño encuentro, y después resolvió que lo mejor era volver a casa a dormir, y descansar. Le hacía falta después de todo aquello, pues de pronto había notado como todo su cuerpo pesaba y estaba dolorido por el esfuerzo.