Nombre Completo: Ambrosio Mabuse
Edad: 260 años
Especie: Vampiro
Ocupación: Siglos atrás fue doctor en mecina.
Inclinación sexual: En su vida mortal fue heterosexual.
Características Físicas: Viejo encorvado y enjuto.
Características Psicológicas: Mabuse vive aterrado por su naturaleza cainita.
Gustos: Muy a su pesar, sólo encuentra consuelo en practicar todo lo que aborrece. Cuando la sangre de su presa recorre su gaznate, Mabuse logra apaciguar la bestia que se revuelve en sus entrañas.
Disgustos: Detesta la existencia a la que ha sido condenado; es incapaz de aceptar que todo lo que amó se perdió para siempre en el tiempo. Todo cuanto le rodea le es aborrecible.
Historia:
Ambrosio Mabuse no era ni la sombra del hombre que fue doscientos años atrás. El sempiterno torrente del tiempo arrastraba consigo poco a poco los resquicios de aquella vida apacible. Pronto no sería más que una bestia incontrolable; los pocos recuerdos que aún le quedaban volarían para perderse en el olvido, y su mente antaño lúcida, acabaría sucumbiendo al azote del monstruo. Cada noche, mientras aguardaba una nueva presa oculto en la oscuridad como una cobarde alimaña, pensaba en ello con verdadero terror; hubiera deseado poder llorar, o temblar consumido por el pánico, pero su cuerpo había abandonado toda pulsión humana. Sólo los remordimientos de sus infames actos le recordaba que aún quedaba algo de vida bajo aquel armazón de carne fría. Las horrendas pesadillas que le atormentaban en su reposo diurno, mantenían a flote su cordura. Cuando nada importase, cuando el dolor ajeno no fuese más que un mero trámite, todo habría acabado...
Aquella noche la irresitible llamada de la sangre le arrastró a un callejón de Isten Darah; una voluptuosa prostituta se contoneaba en busca de algún hombre deseoso de sus favores. Mabuse se descubrió mirándola fíjamente y algo en sus maneras trajo a su mente un doloroso recuerdo. Aquel rostro iluminado por la macilenta luz de la farola, extendió los pliegues de su memoria en busca de Lucía. La voz de su amada acarició sus oídos de nuevo, el tacto de su piel se deslizó entre sus dedos y sus dulcísimos labios volvieron a besar los sullos. Su corazón exánime pareció querer volver a la vida para palpitar sólo una vez más.
Ambrosio aspiró una bocanada de aire frío, llenando sus pulmones por primera vez en mucho tiempo. Ella estaba allí, como si aguardase su llegada, como si hubiese atravesado el océano de años que la separaba de él. Mabuse emergió a la luz y se acercó a ella. La muchacha forzó una sonrisa e intentó disimular el temblor que provocaba la noche gélida en su cuerpo casi desnudo. Se detuvo frente a ella y la miró desconsolado; en la proximidad, el ensalmo se había roto dolorosamente; Lucía nunca regresaría. Aferró con fuerza a la muchacha que intentó gritar antes de que hincara sus colmillos en su nuca aterciopelada. Poco a poco la vida escapó de su cuerpo, y por primera vez en doscientos años, los ojos de Ambrosio se llenaron de lágrimas y su cuerpo tembló desconsolado...
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